Miedo en los ojos by Raúl Garbantes

Miedo en los ojos by Raúl Garbantes

autor:Raúl Garbantes [Garbantes, Raúl]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2018-05-14T16:00:00+00:00


Capítulo 22

Anochecía cuando Alexis, sentada en el asiento del conductor de su auto, cerró los ojos y se masajeó el cuello.

Se sentía agotada. Había pasado el día entero corriendo de aquí para allá sin resultado alguno: el famoso Tank no aparecía por ningún lado.

Odiaba la idea de tener que volver a la estación y enfrentarse con Walsh. No quería oír «Te lo dije» de boca de su compañero. Tal vez se lo mereciera, de acuerdo, pero no deseaba oírlo.

Debería haberlo escuchado. Al fin de cuentas, Devin tenía experiencia en su trabajo, él había investigado otros crímenes, interrogado a otros sospechosos y arrestado a unos cuantos criminales. Más que a unos cuantos, probablemente.

Su experiencia, en cambio, se limitaba a lidiar con amas de casa depresivas, hombres adúlteros y adolescentes rebeldes.

Ella no sabía nada de delincuentes. Evidentemente no sabía tratar con ellos. Aunque Morgan no era un delincuente. ¿O sí?

Devin decía que el jardinero ocultaba algo. Y tal vez lo hiciera. Pero eso no lo convertía en un homicida despiadado.

¿Realmente Morgan le había mentido? Ella no lo creía, podía equivocarse. Claro. Pero…

Ella encendió el motor de su auto, aunque no se decidió a arrancar. Se quedó en el sitio donde había aparcado pensando qué hacer.

Se le tenía que ocurrir algo. Y pronto. La noche ya asomaba por el horizonte. Si hasta las luces del parque se estaban encendiendo.

Y entonces lo vio. A lo lejos había un hombre de overol azul que trabajaba con un rastrillo y una carretilla.

El corazón comenzó a latirle con fuerza. ¿Se trataría de Tank?

Entonces apagó el motor y bajó del auto.

Con cautela se dirigió al lugar en donde el hombre seguía trabajando. Álex estaba asustada, los uniformados hacía rato que se habían ido. Solo quedaban un par de policías haciendo guardia, pero se encontraban del otro lado del parque y no vigilaban la zona donde se encontraba.

Por un momento dudó, ella no tenía entrenamiento y Tank podría ser peligroso. Pero Álex tenía miedo de que el sujeto escapara. Todo el día había intentado dar con él sin conseguirlo. Si llamaba a Walsh o a cualquier otro, si esperaba, era posible que el sujeto se largara de allí y que no tuvieran otra oportunidad.

Así que, juntando coraje y fingiendo una rudeza que no tenía, fue al encuentro del sujeto, que, ajeno a todo el drama, trabajaba tranquilo mientras tarareaba una canción pegadiza.

Cuando se aproximó al hombre y, finalmente, pudo verlo de cerca, Álex supo que no se trataba de Tank.

El jardinero era un hombre mayor, casi un anciano, delgado y debilucho. No podía ser Tank. No coincidía con la descripción que Morgan había hecho de él y claramente no poseía la fuerza que le describió.

—Buenas tardes, señor —dijo Álex sin acercarse demasiado—. ¿Puedo hacerle unas preguntas?

El sujeto se dio vuelta para mirarla. La observó con desconfianza, pero no huyó.

—¿Es por el asunto de la niña? —preguntó al fin.

—Intentamos encontrarla, sí. Es por eso.

—No he visto nada —el hombre se dio vuelta y volvió a rastrillar las hojas que se juntaban sobre el césped—.



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