Alguien es el siguiente by Karen M. McManus

Alguien es el siguiente by Karen M. McManus

autor:Karen M. McManus [McManus, Karen M.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-06T16:00:00+00:00


* * *

Dos horas después, por fin conseguimos ver a Knox.

En un primer momento solo dejan pasar a la familia, y sus padres y sus hermanas van pasando por turnos.

La información nos llega a trompicones, y no sabemos cuánto de lo que recibimos es cierto. Pero unas cuantas cosas se repiten con cierta consistencia, tanto en las noticias como en los mensajes que vuelan de móvil en móvil:

Uno: Brandon murió intentando atajar por la obra.

Dos: Sean, Jules y Monica estaban con él en ese momento.

Tres: Knox tiene una conmoción cerebral, pero, aparte de eso, está bien.

Cuatro: Sean Murdock le salvó la vida a Knox al tirarlo al suelo cuando intentó correr tras Brandon.

—Sean Murdock. —Phoebe repite el nombre una y otra vez como si no lo hubiera oído en su vida. Está sentada con las rodillas recogidas contra el pecho y abrazándose las piernas con fuerza. Tiene los ojos húmedos y las mejillas pálidas. Parece casi catatónica, y creo que aún no ha asimilado lo de Brandon. Yo tampoco—. Me estás diciendo que Sean Murdock le ha salvado la vida a Knox. —Lo dice como quien diría: «Me estás diciendo que los perros hablan y pueden conducir».

Addy arruga el ceño.

—Me suena, pero… no me acuerdo de él.

—Es… —Estoy a punto de terminar la frase con «un capullo integral», pero freno justo a tiempo. Sea lo que sea lo que ha pasado hoy, Sean ha perdido a su mejor amigo. Y puede que le haya salvado la vida a Knox, aunque me está costando tanto como a Phoebe asimilar eso—. Era amigo de Brandon. Knox y él… no son íntimos, precisamente.

Kiersten, una de las hermanas de Knox, aparece por uno de los pasillos del hospital, seguida de sus otras hermanas. Sus ojos recorren la sala de espera hasta aterrizar en mí.

—Maeve, vamos con mis padres a la cafetería un rato. Knox se está empezando a cansar un poco, pero todavía le apetece ver a gente. ¿Tus amigas y tú queréis saludarlo? —Sonríe con tanta amabilidad que no me queda duda de que no tiene ni idea del juego de los mensajitos, ni de lo que nos ha estado pasando a Knox y a mí el último par de días—. Está justo doblando la esquina, en la habitación 307.

Me pongo en pie de un brinco, y arrastro a Phoebe y a Addy conmigo.

—Sí, por favor. ¿Cómo está?

—Se pondrá bien —dice Kiersten en un tono tranquilizador—. Lo van a dejar una noche en observación, pero parece que está todo bien. —Entonces, su expresión resuelta y alegre flaquea mínimamente—. Bueno, casi todo. Preparaos. Al pobre chaval se le ha quedado la cara hecha un cromo.

Me aprieta el brazo cuando paso a su lado.

Los hospitales me sacan de quicio, y necesito un segundo para recomponerme antes de cruzar la puerta a la habitación de Knox. Esta zona del hospital no se parece en lo más mínimo al área de oncología, que es mucho más moderna y tecnológica, pero el olor antiséptico y la cruda luz de los fluorescentes son iguales.



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