Palomitas en el trabajo (Spanish Edition) by Roser A. Ochoa

Palomitas en el trabajo (Spanish Edition) by Roser A. Ochoa

autor:Roser A. Ochoa [A. Ochoa, Roser]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2023-09-05T03:00:00+00:00


Episodio 13

Ranma 1/2

Es muy fácil herir a los demás sin darse cuenta,

sobre todo cuando eres joven.

Ranma ½ (Rumiko Takahashi, 1987)

Por fin habían terminado los exámenes. A pesar de que el instituto le quedaba una década atrás, tanto Jade como él seguían vinculados con aquella época, ya fuera porque, como todos decían, eran dos eternos adolescentes o bien por Marc.

Sasha sonrió. Realmente sufrían del síndrome de Peter Pan, no tenía pruebas, pero tampoco dudas. Ambos se resistían a crecer y cambiar. Ser adulto era una mierda; él lo sabía mejor que nadie. Desde que a los veintidós años tuvo que encargarse de todo el papeleo por la defunción de su abuelo, le quedó claro que crecer estaba sobrevalorado. Y lo sufría a diario. El cine Paradise lo había obligado a responsabilizarse de demasiadas cosas, puede que fuese el motivo por el que, en otras facetas de la vida, quisiera seguir siendo un crío y, si se paraba a analizarlo, a lo mejor llegaría a la conclusión de que aquello era lo que ocurría los miércoles.

En su día a día se veía obligado a tomar decisiones. Algunas acertadas, con otras había demostrado no estar preparado. A lo mejor, lo que más necesitaba era una tarde a la semana para olvidarse de todo y ceder el control. ¿Cómo habían llegado Jade y él a una situación tan bizarra? Era mejor no pensarlo demasiado.

Zarandeado por tan descabelladas ideas, empujó la puerta para entrar al restaurante donde un agradable aroma a comida lo envolvió al instante. Otra de las cosas que echaba de menos era el olor a comida casera, como cuando su abuela vivía.

—¡Cariño! —Marina, la madre de Marc, dejó los platos que llevaba en las manos y se acercó para abrazarlo—. ¡Dichosos los ojos! ¿Cómo va la vida?

La mujer le embrolló el cabello, como si todavía fuese un niño, lo cual odiaba cuando era Jade quien lo hacía, pero con Marina era diferente. Lo hacía extrañar algo que ni sabía que una vez había tenido, porque no lo recordaba.

—Va como siempre, bastante bien. No me puedo quejar —respondió, colocando cada decolorado mechón en su sitio original—. He quedado con Marc.

—Lo sé, me lo comentó ayer. Os he preparado la mesa de arriba —sonrió Marina, dio la vuelta a la barra para pararse detrás y sacó una lata—. Tiene que estar a punto de llegar —sirvió el refresco con hielo y una rodaja de limón para tenderlo después en dirección a Sasha, ya sentado en uno de los taburetes—. Ha salido hace un rato para ir a buscar a Aran. —Y una mueca alegre apareció en el rostro de la mujer.

Sasha la observó en silencio y dio un pequeño sorbo a la bebida. Marina era una madre excepcional. Cuando Marc comenzó a tener dudas con su orientación sexual, estuvo siempre acompañado por toda su familia, fue una salida del armario limpia e indolora, como deberían ser todas. Aunque también era una mamá leona, de las que sacaban las uñas por su hijo. Aquella relación era envidiable.



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