Los susurros de las estrellas by Naguib Mahfuz

Los susurros de las estrellas by Naguib Mahfuz

autor:Naguib Mahfuz [Mahfuz, Naguib]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2021-04-01T00:00:00+00:00


Nuestro padre Igwa

Todos sus compañeros de generación y amigos de juventud habían pasado a mejor vida. Se había quedado solo, sin compañía ni amistades. Hablamos de Abuna Igwa al-Rammah, nuestro vecino copto. Por morirse, se habían muerto hasta sus hijos, todos menos Anuar, que frisaría los ochenta y vivía con él en la vieja casa familiar, a un palmo del sótano. Podían pasarse largo tiempo sin cruzarse una sola palabra, sumidos en un profundo silencio. Como dos extraños que se hubieran puesto de acuerdo para sentarse el uno al lado del otro. De este modo se podrían haber tirado la vida entera, si no fuera porque el hijo, debido a una dolencia crónica en las piernas, tenía que salir a caminar un poco cada tantos días y precisaba, por tanto, de quien le hiciera de báculo; y ahí estaba el padre, presto a darle su brazo y acompañarlo en aquellas breves caminatas, de la fuente al sótano y de este a aquella. Unos paseos que los vecinos contemplaban con admiración y, según los casos, con recelo.

El tiempo, no obstante, terminó cebándose también con él y le sorbió la carne, los músculos y hasta los dientes, llevándose de paso tres cuartas partes de su vista y oído. Sin embargo, no lo dejó sin la capacidad para moverse, comer y digerir los alimentos, facultades asombrosas que suscitaban sonrisas y gestos risueños entre los moradores del barrio, si bien no faltaba quien reaccionara con enfado y rencor.

—Lo que él vive de más otros lo están dejando de vivir —murmuraban con desdén.

Así hasta que llegó el día en que se puso a subasta el inmueble en ruinas dependiente de la mezquita y pasó algo digno de ser recordado.

La jornada principió con un súbito achaque que agravó la salud del hijo, Anuar, y lo obligó a guardar cama. En consecuencia, el único que compareció fue Abuna Igwa al-Rammah, con un maletín en la mano. El jefe del barrio, atónito, lo miraba de hito en hito.

—¿No habría sido más conveniente que te hubieras quedado con tu hijo enfermo?, —le espetó, sin poder contenerse.

—Lo he dejado —repuso el anciano— al abrigo de Aquel cuyo cuidado exime de que nadie más lo cuide.

El jefe del barrio hacía esfuerzos por que su enojo no resultara ostensible.

—¿Por qué no dejas sitio en esta tierra para los demás —volvió a interpelarle— y así todos nos podemos beneficiar de ella?

—Esta tarde —repuso Abuna Igwa— he de llegar a un acuerdo con un constructor y antes de que pase un año levantaré una construcción en esta tierra para mi disfrute y el de los demás…



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.