La pintora pelirroja vuelve a París by Ara de Haro

La pintora pelirroja vuelve a París by Ara de Haro

autor:Ara de Haro [Haro, Ara de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-10-01T00:00:00+00:00


Parte 2

Intersticio de pasión (y pintura)

Él le había dicho:

—Cuando llegues, baja a la playa y me encontrarás.

Ella estaba exhausta y nerviosa después de viajar varios días encogida en el coche, haciendo paradas breves un tanto absurdas e incomprensiblemente aleatorias para ella, en las que la pareja norteamericana y sus amigos hacían fotos a iglesias antiguas y probaban platos franceses, ignorando deliberadamente la crueldad de la situación.

Mientras, las carreteras a menudo se veían bloqueadas por la huida de la población francesa, entorpeciendo su avance, llevando con ellos sus enseres más imprescindibles, que se revelaban absolutamente inútiles.

Después de esos días terribles de caos y desgarro, al ponerse en pie, a Remedios las piernas le temblaban.

Los vio alejarse por la carretera con un alivio inmenso. A pesar de todo, ella agitó la mano hasta que se perdieron de vista, como si fuesen amigos. Le gustaba pensar en la gente como si fueran amistades, todo era más fácil así. Estaba convencida de que nunca los volvería a ver. Se estiró con discreción, como un gato. Entró en un bar y pidió un café para serenarse. Luego fue a mirarse en un baño pequeño con una ventana llena de azul. Se arregló cuidadosamente el peinado y se pintó los labios delgados de un rojo intenso.

«Besos robados —pensó ella—, besos volados».

—¿Puedo dejar la maleta aquí? Una hora… Voy a bajar a la playa… Luego volveré a recogerla.

El hombre detrás de la barra movió la cabeza afirmativamente. En Francia hay pocas cosas que se le nieguen a una mujer con los labios pintados. Por detrás de él, una mujer oscura que debía de ser su esposa la miró con desaprobación y murmuró algo que ella no llegó a entender.

Salió a la calle y el aire marino le agitó su vestido ligero y su pañuelo; en el aire, una esperanza infundada, sin duda, pero algo similar a la alegría.

Bien, ya estaba mejor. No quería bajar con ese peso en la mano que la haría ir doblada, la maleta oscura y pesada estropearía su encuentro, su primer abrazo, sus besos. Ella tenía el sentido decorativo de las cosas, incluso de las más íntimas y personales.

Él le había dicho: «Baja a la playa y me encontrarás».

Recordó a Gerardo en San Sebastián, a Esteban en Barcelona. «El amor siempre está a la orilla del mar», pensó. El amor o algo muy parecido. Con el tiempo comprendería que no es el amor, sino la juventud, lo que busca esas metáforas. Pero entonces ella no sabía que aún era joven, se sentía vieja.

Oyó un ruido a su espalda: la mujer del bar estaba dejando su vieja maleta en la acera con una sonrisa malvada y esa mirada negra, como la de un pájaro de mal agüero. A pesar de ello, Remedios pensó: «No quiero decir nada malo de los cuervos».

—Merci —le dijo a la sombra de la mujer que se alejaba.

Recogió su maleta y empezó a bajar hacia la playa. Era cuesta abajo, así que no podía quejarse. Hacia la mitad del camino



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.