La maldicion de ra by Naguib Mahfuz

La maldicion de ra by Naguib Mahfuz

autor:Naguib Mahfuz [Mahfuz, Naguib]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: - Divers
publicado: 2011-01-20T21:26:54+00:00


XVIII

Pasó el sexto y último año de Djedef en la escuela militar. La escuela celebró la tradicional fiesta anual en la que competían todos los licenciados antes de ser distribuidos por las distintas secciones del ejército. La gran escuela relucía aquel día de alegría. Las murallas estaban adornadas con estandartes del ejército y en el aire resonaban himnos entusiastas. Las puertas se abrieron para dejar paso a los invitados e invitadas, todos ellos familias de oficiales, generales y altos funcionarios.

Antes de mediodía llegaron los personajes más importantes del país, precedidos por los sacerdotes y los ministros, encabezados por Jomini, y los grandes generales del ejército, encabezados por el general Arbó, y muchos otros nobles funcionarios, secretarios y artistas. Todos estaban esperando a su alteza el príncipe Rejaef, heredero del reino, que acudía en representación del faraón para presidir la celebración. Llegado el momento, todos se apresuraron a la entrada de la escuela para recibirle entre hileras de soldados. No tardó en aparecer en la ancha plaza que había delante de la escuela el cortejo del heredero, precedido por un escuadrón de carrozas de la guardia faraónica. Se oyó la música de bienvenida, la muchedumbre se puso firmes en señal de respeto y se elevaron los vítores al faraón y a su heredero.

El cortejo del príncipe llegó a la entrada de la escuela y el director le recibió llevando una almohadilla de seda forrada de plumas de avestruz para que pisara su alteza faraónica al apearse. Acompañaba al príncipe su hermana, su alteza la princesa Meresanj, y sus hermanos los príncipes Rabaef, Hordef, Horsadef, Kaib, Seddef, Keops, Jof, Hata, Mirab…

Los notables se inclinaron ante el príncipe y éste avanzó, alto y de mirada cruel, más cruel todavía que unos años antes. A su derecha caminaba la princesa. El se sentó en el centro, la princesa y los príncipes a su derecha y Jomini, los ministros, generales y altos cargos a su izquierda. Después de la llegada del príncipe los vítores disminuyeron y los invitados se sentaron. Empezó la celebración; soplaron en los cuernos de caza y la música se dejó oír. Aparecieron por la parte de los cuarteles los oficiales licenciados, en grupos de cuatro en cuatro, encabezados por el director de los entrenadores portando la bandera de la escuela. Por primera vez vestían el uniforme de oficial con la túnica corta, la camisa verde y la chaqueta de piel de tigre. Cuando pasaron delante del trono en el que se sentaba su alteza desenvainaron sus espadas y extendieron sus brazos con ellas en vertical, hacia el cielo. Él devolvió el saludo poniéndose en pie.

Entonces empezó la gran competición, con las carreras de caballos. Los oficiales montaron en sus briosos corceles y se alinearon en filas. Sonaron los cuernos y se lanzaron como flechas; los cascos de los caballos hacían temblar la tierra, tan veloces que casi no les alcanzaba la vista. Los valerosos jinetes estaban como clavados a sus lomos. Empezaron en una fila y se iban distinguiendo a medida que avanzaba la carrera.



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