Judy Moody Está De Mal Humor, De Muy Mal Humor by Megan McDonald

Judy Moody Está De Mal Humor, De Muy Mal Humor by Megan McDonald

autor:Megan McDonald
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Infantil y juvenil
publicado: 2000-01-01T00:00:00+00:00


Lo peor de todo

El Día D, el Día del Juicio, el Día Tonto, el sábado: el día de la fiesta de cumpleaños de Frank Pearl, el que toma cola de pegar. «Prefiero mucho antes tomar cola de pegar que ir a esa dichosa fiesta», pensó Judy.

Durante tres semanas Judy había dejado escondida la invitación de cumpleaños dentro de la caja de un juego que no les gustaba nada a sus podres y donde NUNCA la encontrarían, pero no fue así: su padre se entero el mismo día de la fiesta.

A Judy Moody se le ocurrió pedirle que la llevara a lo tienda de mascotas a por comida para ranas. Estaba mirando una caja de renacuajos con huevos de rana de verdad —«¡Contempla cómo los renacuajos se hacen ranas! ¡Cómo se quedan sin cola y les crecen las patas!», decía la etiqueta— con idea de convencer a su padre de que se la comprase, cuando se encontró de golpe con otra caja igual. La tenía la madre de Frank.

—¡Judy! ¡Qué gracia! Hemos pensado en el mismo regalo para Frank. Pensé que le encantaría. ¡Estaba a punto de comprarle la misma caja!

—Esto, yo no… Me refiero a que usted sí.

—Frank está deseando verte en su fiesta.

—¿Fiesta? —el padre aguzó los oídos—. ¿Qué fiesta?

—¡La de Frank! Soy su madre.

—Mucho gusto en conocerla.

—El gusto es mío. Hasta la tarde, Judy. Adiós.

La señora Pearl devolvió la caja al estante.

—A Frank le ENCANTAN los reptiles —se despidió.

«Anfibios», pensó Judy.

—Judy, ¿por qué no me dijiste que necesitabas venir a por el regalo de cumpleaños de tu amigo? ¿Me habías dicho que tenías que ir hoy a una fiesta?

—No.

En el coche, Judy trató de convencer a su padre de que en la fiesta habría chicos haciendo ruidos groseros e insultándose con nombres de animales.

—Te lo pasarás bien.

—Pues Frank Pearl toma cola de pegar.

—Mira. Ya tienes la caja de renacuajos.

—Yo creía que iba a ser para mí.

—Pero la señora Pearl dejó la suya al verte. No puedes negarte, Judy.

—¿Tengo que envolverla?

La respuesta estaba clara, a juzgar por la cara que puso su padre.

Judy Moody envolvió aquel regalo inmerecido para alguien que come cola de pegar con página aburrida de periódico (no la de los cómics). La fiesta empezaba a las dos, pero les dijo a sus padres que no empezaba hasta las cuatro, con lo que sólo tendría que ir durante los últimos e insoportables minutos.

Toda la familia fue en coche a casa de Frank Pearl, incluso Ranita, a la que Stink había metido en un envase de yogur. Judy tomó el regalo forzoso de Frank y se dejó caer de mal humor en el asiento de atrás. ¿Por qué tenía que ir Rocky a ver a su abuela precisamente hoy?

—¡Judy está llorando! —informó Stink al asiento delantero.

—¡De eso nada! —saltó ella con su peor mirada de trol—. Esperad aquí —les pidió al llegar a la casa de Frank.

—Ve y pásatelo bien —dijo su padre—. Volveremos a por ti dentro de media hora. Cuarenta minutos como máximo.

—Sólo vamos al supermercado —añadió su madre.



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