Amigos y rivales by Luigi Garlando

Amigos y rivales by Luigi Garlando

autor:Luigi Garlando [Garlando, Luigi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 2010-12-31T16:00:00+00:00


—Perdone, míster —observa Ángel, levantando la mano—, pero si en el centro del campo hay cuatro y son tan buenos, ¿cómo vamos a pararlos si solo tenemos a tres en esa zona?

—Una pregunta inteligente —aprueba Champignon—. De hecho, el plan prevé que, cuando perdamos el balón y tengamos que defender, Tomi y Rafa bajen por las bandas, para ponerse junto a Bruno, Nico y Ángel. Así formaremos un dique de cinco jugadores contra sus cuatro mediocampistas. ¿De acuerdo?

—Me parece un buen plan —comenta Becan.

—La segunda parte del plan se pondrá en marcha en el segundo tiempo —continúa Charli—. En el primero les habremos metido bastante presión con nuestros tres delanteros, intentando que corran mucho. Si conseguimos ponernos por delante en el marcador, en la reanudación les remataremos al contraataque con Diouff y Morten, y así cerraremos el partido. ¿Alguna duda?

Fidu levanta inesperadamente la mano.

—Dime, Fidu —le anima Champignon.

El portero, con una mano delante de la boca y la cara roja como un tomate, farfulla:

—¡Agua!

—¿Cómo dices? —pregunta Charli.

—¡Agua! —repite el guardameta, antes de estirar la mano para tratar de alcanzar la botella y llevársela a la boca.

—¿Qué mosca te ha picado? —se extraña Nico.

—¿Desde cuándo pone pimienta en los merengues, míster? —inquiere Fidu.

—Nunca he puesto… —responde Champignon, sorprendido.

—Yo sí —admite Diouff, con el bote de pimienta negra en la mano—. He metido algunos granos en un merengue para ver quién tenía la mala suerte de dar con él.

—Según el cálculo de probabilidades, tenía que ser por fuerza Fidu, porque come sin parar —comenta Nico.

Y todos sueltan una gran carcajada.

Vuelve a llover a cántaros.

Fernando ha ido a buscar a Clementina en coche a la parada de metro de Moncloa, para evitar que se moje bajo la lluvia. El hermano de Pedro tiene la moral por los suelos.

—Me podrías dedicar una sonrisa de vez en cuando, ¿no? —le sugiere la prima de Tomi.

—No tengo motivos para sonreír. Ahora no hay dudas —explica Fernando—, tus padres te van a prohibir que salgas conmigo. Y de casarnos ni hablar.

—¡Pero qué dices! Te has hecho una idea equivocada de mis padres. No son tan intransigentes —asegura Clementina—. Y tú no has matado a nadie.

—No, pero eché a tu padre del taller sin mirar su coche y luego me cargué el sello más precioso de su colección —recuerda el hermano de Pedro.

—Son accidentes que le pueden ocurrir a cualquiera —replica la estudiante—. Estoy segura de que lograrás que te perdonen. Se van a quedar en Madrid unos días más. Y se me ha ocurrido algo.

—Cuenta, cuenta —la apremia Fernando.

—Me he enterado de que mi madre quería ir al supermercado del paseo de la Florida —explica Clementina—. ¿Por qué no la llevamos en coche, para que no se moje y tú quedes bien?

—¡Buena idea! —aprueba Fer—. A lo mejor así gano algunos puntos.

El mecánico acelera y se dirige hacia la casa de Tomi, tranquilizado por el plan de su novia. Está tan entusiasmado que no advierte que está a punto de meterse en un charco gigantesco.

—¡Cuidado, frena! —le avisa Clementina.



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