El monstruo del Buckingham Palace by David Walliams

El monstruo del Buckingham Palace by David Walliams

autor:David Walliams [Walliams, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2018-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO 26

Agua negra

* * *

Alguien cubrió la cabeza de Alfred con un saco de tela para que no pudiera ver nada.

A continuación, dos soldados de la guardia real lo escoltaron por los pasillos del palacio de Buckingham y lo llevaron escaleras abajo. El Gran Chambelán iba delante y el Ojo-que-Todo-lo-Ve los seguía de cerca. Los soldados llevaban al chico sujeto por los brazos.

Le hacían daño, y el príncipe supo que le saldría una ristra de moratones.

—¿Puedo al menos despedirme de Nanny? —suplicó con voz ahogada a través del saco de tela.

Tal vez pudiera transmitirle un mensaje en clave.

Tal vez ella pudiera salvarlo.

—Me temo que no. En este preciso instante, Nanny está en la sala de interrogatorios, y algo me dice que tardará lo suyo en salir.

Alfred sintió un nudo en el pecho. Solo esperaba que la bondadosa anciana no se enfrentara a un destino terrible por su culpa.

—¡Nanny es inocente! —protestó.

—Eso ya lo veremos. El interrogatorio es de lo más… —El Gran Chambelán se tomó unos instantes para elegir la palabra adecuada— persuasivo.

—¡Tortura! —exclamó el príncipe.

—No tardaréis en experimentarla en vuestras propias carnes.

Alfred empezó a temblar con tanta fuerza que las piernas no podían sostenerlo. Los soldados lo cogieron a peso y lo llevaron a rastras.

Una puerta se abrió y se cerró a espaldas del grupo. A juzgar por lo poco familiares que le resultaban los sonidos a su alrededor, Alfred dedujo que habían salido del palacio.

¡PAM, PAM, PAM!

—¿Dónde estamos? —preguntó.

—Si os lo dijera, ya no sería un secreto.

Alfred tenía la impresión de estar en una especie de pasadizo estrecho.

—¿Adónde me llevas? —insistió.

—Sed paciente, joven príncipe. ¡Antes o después lo sabréis!

Avanzaron un poco más, y entonces Alfred oyó el ruido de una puerta muy pesada, o tal vez incluso un muro, deslizando sobre un riel.

¡TRACATRACATRACA!

Y después oyó el sonido de la puerta al cerrarse.

¡TRACATRACATRACA!

El grupo avanzó unos pasos más y se detuvo al fin.

Sin soltar al chico, los soldados le quitaron el saco de tela de la cabeza.

El príncipe Alfred parpadeó.

Por primera vez en su vida, estaba fuera del palacio.

El agua negra del río chapaleaba a sus pies. Al mirar hacia arriba, vio unos arcos de piedra y supo al instante que estaba debajo de un puente.

Más concretamente, el Puente de Westminster.



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