(Elliot Tomclyde 01) Elliot Tomclyde by Joaquin Londaiz Montiel

(Elliot Tomclyde 01) Elliot Tomclyde by Joaquin Londaiz Montiel

autor:Joaquin Londaiz Montiel
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Juvenil
ISBN: 9788484412892
editor: Montena
publicado: 2011-08-27T22:00:00+00:00


Una vez más, Goryn escogió su medio de transporte favorito: los pies. Como solía decir, no había nada más agradable que un buen paseo. Y, como aún no había finalizado la temporada estival, no le faltaba razón. Pero, cuando comenzase el frío, dar un paseo no resultaría tan placentero.

No tardaron en llegar a la diminuta casa volante de Gifu. Preguntaron a un par de duendes si lo habían visto, pero al parecer se había marchado por la mañana y aún no había regresado.

—Qué extraño —comentó Goryn—. Es cierto que hacía tiempo que no venía, pero antes solía merodear siempre por aquí. En fin, podemos esperarlo un rato. Si vemos que tarda mucho, volveremos otro día.

No hubo que esperar. Apenas Goryn hubo pronunciado estas palabras, apareció Gifu con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Qué alegría verte por aquí, Goryn! Así me gusta, como en los viejos tiempos. Y veo que traes compañía. A ti te conozco... —Miró a Elliot, y enarcó una ceja al ver a Eric— Pero a ti no.

No hubo problemas con la presentación. Gifu era un duende muy sociable y animado. Le encantaba hacer amigos.

—Bien —empezó Goryn—. Todo el día fuera, cara de felicidad, polvo acumulado en los hombros y esas telarañas que cuelgan de la punta de tu sombrero... ¿Nos vas a contar dónde has estado?

—Ah, esto... —dijo sacudiéndose el polvo con sus diminutas manos—, no es nada. Nada en especial. Un poco de limpieza. Sí, eso ha sido.

—¿Todo el día? —insistió Goryn.

—Claro. Un amigo necesitaba un poco de ayuda. No veáis qué desorden. Montañas y montañas de polvo. —Gesticulaba nerviosamente abriendo sus brazos.

A saber qué limpiezas habría hecho Gifu, pensó Elliot. Pero Goryn no insistió más en el tema. Charlaron amenamente durante un rato, contando divertidas anécdotas sobre el pasado de los dos viejos amigos. Luego hablaron sobre temas más recientes: para ser exactos, lo que había sido de ellos desde la última vez que se vieron.

Goryn alzó la vista en dirección al sol.

—Mmm... —murmuró—. Se me hace tarde. Yo he de marcharme. Vosotros podéis quedaros, si a Gifu no le molesta.

—¿Molestarme? —Exclamó con indignación—. Por favor, si lo estamos pasando estupendamente.

Elliot y Eric se mostraron de acuerdo, pues se habían reído mucho con el joven duende. Mientras veían alejarse a Goryn, Gifu, que no pudo reprimir la curiosidad, preguntó:

—¿Qué lleváis en esas bolsitas?

Casi se habían olvidado de ellas. Mejor sería no perderlas, o se meterían en un buen lío.

—Deberes —dijo Eric sin más.

De pronto, Elliot tuvo una fantástica idea. Claro que solo funcionaría si... Se apresuró a abrir la bolsa. ¡Bingo! No tenía ni idea de qué mineral se trataba, pero era brillante y de color amarillo como el oro. Le indicó a Eric que abriese también el saquito, a ver si tenían suerte. Una piedra de un intenso color rosáceo cayó sobre la palma de su mano. Elliot hizo una pequeña mueca de desilusión, aunque también podría valer.

Gifu contempló los minerales con curiosidad.

—Bonitas piedras —comentó—. ¿Qué son?

—Eso es lo que tenemos que averiguar —apuntó Elliot—.



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