¡Bienvenido al equipo! by Luigi Garlando

¡Bienvenido al equipo! by Luigi Garlando

autor:Luigi Garlando [Garlando, Luigi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


—Mira lo bajo que han caído los Cebolletas… —comenta Pedro, admirando satisfecho la clasificación del MatuTino.

—Solo tienen tres equipos por detrás —observa Vlado—. Tengo la impresión de que este año se exponen a acabar los últimos.

—Dani y las gemeluchas estaban orgullosos de su defensa imbatida, pero ayer encajaron tres goles de una tacada —añade César—. Tres, los mismos que nos han metido a nosotros en tres partidos. Ni siquiera en ese aspecto nos ganan.

—Ahora dejarán de llamarnos los novatos de la liga en campo grande —prosigue Pedro—. Después de tres encuentros ya tenemos tres puntos más que ellos. A lo mejor por eso hoy no se ha dejado ver ningún Cebolleta…

—Me parece que, para salir de casa, esta semana Tomi y sus amigos tendrán que usar gafas de sol y ponerse bigotes falsos —bromea Vlado.

Los Tiburones se echan a reír con ganas. Todos excepto Fidu, que sufre al ver a sus amigos los Cebolletas pasando tantos apuros y al oír cómo se burlan de ellos sus nuevos compañeros.

Querría hacer algo para ayudar a sus amigos o, por lo menos, le gustaría saber dónde se han metido hoy…

Tú ya lo sabes: se han reunido con gran secreto en el Paraíso de Gaston.

Elena lleva en una bandeja una taza para cada uno de los Cebolletas.

Tomi olfatea la infusión con gran circunspección y pregunta:

—¿Qué es?

—Lo que os hace falta. Una tisana que ayuda a recuperar el buen humor: lavanda, melisa y romero —responde la checa—. Tu madre me ha dicho que el partido de ayer no fue demasiado bien…

—Pues sí —confirma Aquiles—. Encajar tres goles de golpe quiere decir que las cosas no van demasiado bien.

—Tampoco lo es meter solamente tres goles en tres partidos —añade Sara.

Cuando Elena se aleja de la mesa de los Cebolletas, Tomi levanta la mano.

—Chicos, no hemos venido aquí para echarnos la culpa unos a otros —dice el capitán—, sino para encontrar juntos una solución a nuestra crisis.

—Yo tengo una solución —dice João poniéndose en pie—. ¡Demos las gracias al Entrenador Tortura por sus servicios y pidamos a Augusto que se convierta en nuestro míster!

—¡Yo estoy de acuerdo! —exclama Rafa.

—¡Y yo! —concuerda Aquiles.

—¡Pues yo no! —replican a coro las gemelas.

—¡Ni yo! —se apunta Becan.

—Me lo imaginaba —contesta João, volviéndose hacia el antiguo extremo derecho—. A base de hacer de espía, te has acabado convirtiendo en el ojito derecho del míster…

—¡No hago de espía! —protesta Becan—. Me limito a dar información sobre nuestros adversarios para ayudarle a organizar los partidos.

—Pues vaya partido organizó ayer… —comenta Aquiles—. ¡Perdimos por culpa de Jérôme! Augusto comprendió enseguida, como nos dijo en el descanso, que necesitábamos a Rafa en el campo para poder detener al número 95 y superar su defensa. ¿Cómo puede ser capaz de mantener en el banquillo a alguien que ha jugado con el Roma?

—Si el señorito del Roma no hubiera fingido dolor de estómago y no nos hubiera dejado en diez, ¡a lo mejor habríamos ganado! —replica Sara.

—El dolor de estómago me entró cuando vi tu autogol —estalla el Niño—.



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