Los Tommynockers by King Stephen

Los Tommynockers by King Stephen

autor:King, Stephen [King, Stephen]
Format: epub, mobi
Tags: General Interest
publicado: 2009-12-12T21:59:52+00:00


–Sin elegir las circunstancias -dije-. En estas circunstancias, creo que puedo salirme con la mía. En Haven todos amaban a Ruth; eso no necesito decirlo. Casi todos los vecinos irán a su entierro. No sé si aún la amaban cuando murió, pero eso no importa: irán, de cualquier modo.

–¿Cómo lo sabe? – preguntó Dugan-. ¿O es otra de las cosas que no quiere decir?

–Eso puedo decirlo. Irán porque, de lo contrario, la situación parecería anormal.

–¿A ojos de quién?

–De usted. De los otros policías amigos de Ruth y de su esposo. De los políticos del comité demócrata de Penobscot. Caramba, no me sorprendería que el congresista Brennan enviara a alguien desde Augusta; ella trabajó muchísimo para su campaña, cuando él se presentó como candidato para ese puesto. No era conocida sólo en la zona, ¿comprende?, y eso es parte del problema con el que ellos deben enfrentarse. Están en la situación de la familia que no quiere dar una fiesta, pero que se ve obligada a hacerlo. Tengo la esperanza de que, ocupados como estarán en hacer que todo parezca normal, en dar un buen espectáculo, no sepan siquiera de mi presencia en Haven hasta que yo me haya ido.

Butch Dugan se cruzó de brazos. Ev había estado cerca de la verdad; en un principio, Dugan se había permitido suponer que David Bright, generalmente buen intérprete de la conducta humana, se había equivocado con ese viejo; Hillman estaba tan cuerdo como él. Ahora se sentía algo perturbado, no porque Hillman hubiera resultado loco, después de todo, sino porque estaba loco de verdad. Sin embargo…, existía algo persuasivo en la serenidad de ese anciano, en su voz razonable y su mirada franca.

–Por su modo de hablar, se diría que todos los habitantes de Haven están metidos en algo sucio -dijo-, y creo que eso es imposible. Quiero dejarlo en claro.

–Sí. Es lo que diría cualquier persona normal. Por eso han logrado ocultarlo hasta ahora. Hace cincuenta años, la gente pensaba que la bomba atómica era imposible; todos se ha Abrían reído si se hubiera hablado de la televisión, por no mencionar los vídeos. La cosa no ha cambiado mucho, Mr. Dugan.

Casi todos vemos hasta el horizonte y nada más. Si alguien dice que más allá hay otra cosa, nadie escucha.

Ev se levantó y le alargó una mano, como si tuviera todo el derecho del mundo a suponer que Dugan se la estrecharía. y la sorpresa hizo que así fuera.

–Bueno, me di cuenta a la primera mirada de que usted me creía loco -dijo, con una sonrisita melancólica-, y con lo que le he dicho le he afirmado en la idea, seguramente. Pero ya sé lo que necesitaba saber y he dicho lo que necesitaba decir. Hágale un favor a este viejo, ¿quiere? Eche un vistazo al cielo, de vez en cuando. Si ve la luz de una bengala…

–Este verano los bosques están secos -observó Dugan.

Las palabras sonaron inútiles, extrañamente vacías de importancia, aun mientras surgían de su boca; casi frívolas. Se dio cuenta de que se veía arrastrado otra vez, sin defensa, hacia la fe.



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