Contra las estrellas (Spanish Edition) by Claudia Gray
autor:Claudia Gray [Gray, Claudia]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788490438190
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2017-04-12T05:00:00+00:00
22
Es la última vez que Abel permite que los humanos se ocupen de los planes.
Sabe que deberÃa haber comprobado las medidas de seguridad de los Destructores. Le
juraron una y mil veces que habÃan bloqueado los datos de todos los sensores de seguridad
del camino que lleva hasta su «guarida», que nadie más sabÃa de la existencia de este lugar. Y, sin embargo, ahà está la Reina, empuñando su bláster y con una sonrisa en los labios.
â¿Qué estás haciendo? âprotesta Virginia. Abel se da cuenta de que seguramente es la
primera vez que ve a una Reina en persona. De lo contrario, no se mostrarÃa tan beligerante ni tan impertérrita. La joven genio gesticula hacia el montón de escombros que
es ahora la guarida de su grupoâ. No tienes autorización para estar aquÃ. No puedes, es
propiedad privada yâ¦
Con una sola mano, la Reina la aparta dándole un empujón tan fuerte en el pecho que
sale disparada hasta el centro de la estancia, choca contra una de las mesas y arrasa con
todo el material de trabajo. Un cubo negro y pesado aterriza sobre su brazo y le arranca un
grito de dolor. Noemà corre a su lado para ayudarla.
No puede prestarles más atención. Abel tiene que defender a los demás de la Reina, pero no sabe exactamente de qué.
Porque esta Reina no actúa como lo harÃa un meca normal.
Es la misma de la luna de Kismet (enseguida reconoce una pequeña muesca en la oreja,
los restos de unos daños recientes que no han sido reparados), pero no se comporta como
lo hizo allÃ. A los mecas de combate también se les programan ciertas limitaciones. Los humanos no quieren que sean demasiado listos, demasiado mortÃferos, demasiado
independientes. Un Charlie o una Reina no deberÃan poder causar daños a una persona que
no suponga un obstáculo real para el cumplimiento de su cometido. En cambio, esta Reina ha empujado a Virginia con tanta fuerza que podrÃa haberla matado.
Y ningún meca que Abel haya observado hasta ahora podrÃa observar la escena que tiene delante como lo está haciendo la Reina: con un destello de satisfacción en unos ojos
que parecen demasiado alerta, demasiado reales.
Tiene que valorar a su contrincante cuanto antes. Empieza preguntándole.
â¿Cómo nos has encontrado?
âEmpecé por tu última localización y a partir de ahà tuve en cuenta todas las
escapatorias posibles. âLa Reina camina alrededor de Abel, con la cabeza ladeada, estudiándolo. ¿Cómo es posible que sienta la misma curiosidad por él que él siente por ella?â. Solo una te permitÃa viajar sin ser detectado por las cámaras de seguridad: el rÃo
subterráneo.
Imposible. El rÃo subterráneo no es una ruta normal. Fue una elección tan intuitiva que a
él ni siquiera se le habÃa ocurrido. ¿Cómo puede ser que a la Reina sÃ?
Solo hay una respuesta posible.
âUna actualización âmurmura. La sorpresa que lo invade debe de parecerse mucho a
la sensación humana fruto del asombroâ. Te han actualizado. Tu inteligencia⦠Ahora te
pareces más a mÃ.
âNo soy como tú âle espeta la Reinaâ. Solo tengo la inteligencia necesaria para atraparte.
âPero ¿cómoâ¦?
âMansfield ha enviado todas las subrutinas necesarias.
La Reina levanta una mano y se toca con los dedos detrás de la oreja, justo donde se encuentra uno de los procesadores más sofisticados que llevan todos los mecas.
Mansfield no solo está vivo, sino que sabe que Abel está libre, y no le importa saltarse
las leyes de la cibernética con tal de recuperarlo. Experimenta una sensación de vindicación tan dulce como la que sintió cuando supo que por fin iba a escapar del compartimento de carga.
Y, sin embargo, ahora mismo la posibilidad de regresar al lado de su creador no está en
lo alto de su lista de prioridades. Le fascina la idea de que en el mundo haya otro meca como él⦠o al menos bastante parecido.
Hasta ahora no se habÃa dado cuenta de que la sensación que lo invade cada vez que piensa en sà mismo como en un ente singular, el único de su clase, es soledad.
La Reina se acerca unos pasos más, orgullosa de sà misma por su habilidad para localizar al único meca de la galaxia más sofisticado que ella.
âTe voy a liberar âle diceâ. Para que puedas volver a casa.
Y sin más, apunta el bláster hacia NoemÃ.
Abel coge a la Reina por el antebrazo y se lo retuerce detrás de la espalda con tanta fuerza que si fuera un humano se lo habrÃa arrancado. La mano de la meca se contrae y el
arma cae al suelo con un ruido metálico.
Pero las Reinas están diseñadas para soportar el castigo fÃsico. Le propina una patada en
el vientre, que Abel nota, pero que no hace más que demostrar las limitaciones de la actualización. Un golpe asà serÃa efectivo contra un humano, pero a él apenas le hace daño.
No como lo que está a punto de hacerle a ella.
Sin previo aviso, le propina un golpe seco debajo de la barbilla con la base de la mano
que hace que la cabeza de la Reina salga disparada hacia atrás. Eso deberÃa hacerla entrar
en modo crisis, del que los circuitos solo salen si se disminuye la actividad.
Ella retrocede, pero no se detiene. El pelo, abundante y de color castaño, le enmarca la
cara como la melena de un león.
âMansfield nos dio un mensaje para ti âdice.
Su boca se vuelve a mover, pero esta vez la que suena no es su voz. Es la de Mansfield.
âAbel. Mi querido muchacho. âSu voz ha cambiado con la edad, se ha vuelto áspera
y frágil, pero el temblor es por la emociónâ. Instalé los protocolos para encontrarte hace
décadas y ya habÃa perdido la esperanza, pero tú siempre fuiste la respuesta a todas mis plegarias. Lo sabes, ¿verdad?
Es evidente que ningún padre humano podrÃa expresar más afecto hacia su hijo. Abel vuelve a sentir esa especie de tensión en la garganta, indicio de que algún dÃa podrÃa llegar a verter lágrimas. Mansfield continúa.
âHe oÃdo que un error en la programación te mantiene atado a la persona que te encontró. Culpa mÃa, por supuesto. Asà que a partir de este momento, Abel, te eximo de la
obligación de obedecer a tu comandante. Eres libre. âLa voz del anciano se rompe por la
emociónâ. Y ahora una orden directa: vuelve a casa.
Una sensación cálida cubre a Abel por completo, la evidencia fÃsica de su liberación.
âYa está. âLa Reina sonrÃeâ. Eres libre de cualquier autoridad que no sea la de Burton Mansfield. Puedes venir conmigo, volver a la Tierra.
No tiene que seguir con la misión. No tiene que permitir su propia destrucción. Puede
volver con su padre y cumplir el sueño al que se aferró todos los dÃas durante los treinta
años que ha pasado solo en el gélido espacio.
DeberÃa estar pletórico. Esto lo cambia todo.
Pero no se mueve ni un milÃmetro.
No sabe cómo resistirse a las órdenes de Mansfield. De lo único que está seguro es de
que aún siente la necesidad de proteger a Noemà Vidal.
Sin delatar el movimiento demasiado pronto, junta las manos y golpea a la Reina en el
costado con tanta fuerza que ella gira sobre sà misma. Cuando recupera el equilibrio, se sujeta a la pared y lo mira.
â¿Qué estás haciendo?
âLo mismo que antes.
âEl mensaje deberÃa haberte liberado. âLa Reina aprieta los puños en un gesto de frustración muy humano, otra señal de la actualización a la que ha sido sometidaâ. Debes
de estar estropeado.
âSin duda.
âEn ese caso, la única forma de liberarte sigue siendo matar a la chica.
Abel no se molesta en contestar. La ataca.
Forcejean el uno con el otro sin sutileza, sin un orden definido. Comparten las mismas
técnicas de lucha, lo que significa que ambos son capaces de predecir los movimientos del
otro y bloquearlos. Si luchan según las normas, la pelea podrÃa durar eternamente sin que
ninguno tuviera ventaja sobre el otro. Por eso Abel intenta jugar sucio, usar lo que tenga
en su interior que pueda calificarse de instinto.
âTe repararemos âle promete la Reina un segundo antes de que el puño de Abel
impacte contra su cara. Recupera la posición inicial de la cabeza y continúa como si no hubiera pasado nadaâ. Volverás a ser el de antes. Estarás con Mansfield.
Abel darÃa cualquier cosa por volver a ver a su creador. ¡Lo desea tanto! Mansfield debe
creer que su existencia corre un peligro inminente o no habrÃa dado órdenes que podrÃan provocar la muerte de un humano. Ha roto todas las normas para llevarlo de vuelta a casa,
y con ello ha confirmado lo que durante tantos años el meca A se repitió a sà mismo: que
Mansfield volverÃa a buscarlo en cuanto pudiera.
Y, sin embargo, sigue luchando. Quiere volver con su padre, pero hay algo que quiere
aún más.
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