Las llaves del reino by Eduardo Sacheri

Las llaves del reino by Eduardo Sacheri

autor:Eduardo Sacheri [Sacheri, Eduardo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2014-12-31T16:00:00+00:00


Cabezas en la playa

No quiero pecar de nostálgico, pero cuando camino por las playas argentinas en plena temporada veraniega, me asalta cierta añoranza de no ver, casi nunca, a los veraneantes jugando un “cabeza”. Picados, por fortuna, sigue habiendo. Pululan los cultores de la paleta. Del tejo ni hablar: cada veinte metros te topás con una cancha, desde las más sencillas marcadas con el pie en la arena, hasta las sofisticadísimas que cuentan con tejos de colores y flejes construidos con soga y con estacas. En los últimos años, supongo que al calor del estímulo televisivo, también se ha popularizado el fútbol tenis, que tiene altos requerimientos escenográficos: no cualquiera tiene una red con estacas altas para andar clavando por ahí. Pero que las hay, las hay.

No tengo nada contra todas esas prácticas deportivas. Pero de todas maneras, en algún rincón del alma me duele la casi absoluta extinción del “cabeza playero”. Los veteranos me perdonarán que me explaye unos párrafos en la sucinta descripción de este deporte, para que los lectores jóvenes de El Gráfico entiendan a qué me refiero.

Dos arcos construidos con ojotas, de dimensiones respetables, separados apenas por unos cuantos metros. Dos alternativas de balón: pelota número 5 o pelota Pulpo, bicolor, de goma, a rayas. Número de jugadores: uno contra uno o dos contra dos (nada de multitudes). Acción básica: desde el arco propio, arrojar la pelota hacia arriba y cabecearla con la intención de convertir el gol en el arco del adversario. Acciones secundarias: escapadita, el jugador contrario detiene nuestro cabezazo pero no contiene la pelota. Eso nos habilita a jugarla con los pies y hacer el gol pateando, a partir de que tomamos el rebote. Pechito: si en lugar de detener el cabezazo del rival con las manos, somos capaces de pararlo de pecho, eso nos habilita a salir jugando con los pies y hacer el gol sin necesidad de cabecear. Cabeza con cabeza: si somos capaces de interceptar el cabezazo del rival con nuestro propio cabezazo, y ese cabezazo se convierte en gol, no solo es válido sino que “vale doble”.

Es probable que otros veteranos sepan reglas distintas. Como todo juego popular, acepta localismos y modalidades. Pero el “cabeza” era más o menos como lo describo.

Y digo “era” porque es rarísimo, hoy en día, cruzarse con uno en los veraneos. En mi niñez de los años setenta, o en mi adolescencia de los ochenta, en cambio, eran frecuentísimos.

A mí me enseñó a jugar mi hermano mayor, como todo lo que tenía que ver con el fútbol. Sergio me lleva diez años, y durante buena parte de nuestras vidas eso dificultó que crecieran entre nosotros las complicidades y las confianzas. Por suerte, siempre tuvimos, para compensar, el fútbol.

En mi niñez mi hermano, su barra de amigos, sus juegos, ejercían sobre mí una atracción casi hipnótica. No me dejaba participar, pero a mí, casi siempre, me alcanzaba con ser testigo. Hasta que yo mismo cumplí los diez y pude tener mi propia barra, me dediqué



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