La dama de Hawthorne by Kristi Ann Hunter

La dama de Hawthorne by Kristi Ann Hunter

autor:Kristi Ann Hunter [Hunter, Kristi Ann]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-06-30T16:00:00+00:00


Georgina se limpió los ojos con un pañuelo. Detener las lágrimas siempre la dejaba con la cara roja e hinchada, así que sabía que no debía intentarlo. Cuando el llanto llegaba, era preferible dejarlo fluir, limpiar el estropicio y seguir adelante como si nunca hubiera pasado. La mayoría de las veces incluso se sentía mucho mejor después.

No, no había nada malo en llorar, siempre que uno se permitiera ese momento de debilidad en privado. ¿Cuántas veces había llorado sobre el hombro de Harriette, desesperada porque no sabía si sería capaz de sobrellevar su defecto?

Eso sí, aunque había empapado el hombro de su amiga en innumerables ocasiones, no había llorado frente a nadie más desde que era pequeña. No desde que conoció a Harriette y las dos trazaron un plan destinado a engañar a todo el mundo para que creyeran que Georgina era tan brillante como cualquier otra joven aristócrata.

Sin embargo, a una edad tan temprana ninguna de las dos fue consciente de todo a lo que Harriette tendría que renunciar. El sacrificio había sido enorme, ¿y dónde habían llegado? Harriette trabajaba como doncella, tenía un tobillo hinchado y la mente embotada por el láudano, mientras que ella estaba ahí sentada, en medio de una posible situación catastrófica, pero sin saber exactamente cuál era el problema y mucho menos la forma de solucionarlo.

Había ido a ver a Harriette, pero no consiguió que saliera del estupor inducido por el láudano. Incluso cuando logró que su amiga abriera los ojos, pensaba que Georgina tenía doce años y que estaban conspirando para engañar a su institutriz haciéndole creer que ella había sido la que había escrito aquel trabajo sobre la historia de Grecia.

Georgina recordaba aquel trabajo. Harriette había disfrutado escribiéndolo y le contó con exacerbado entusiasmo todo lo que había aprendido. Cuando llegó el momento de entregar los escritos, su amiga ni siquiera se inmutó mientras colocaba el inútil e ilegible texto de Georgina en manos de la institutriz con el nombre de «Harriette» garabateado en la parte superior. Ni tampoco se alteró en lo más mínimo cuando la institutriz la llamó estúpida o cuando se quejó amargamente por tener que enseñar a una simple y desgraciada aldeana ante la insistencia de la propia Georgina.

Harriette incluso sonrió cuando aquella mujer se puso a leer el trabajo pulcramente escrito con el nombre de Georgina y alabó la caligrafía, la rectitud de las líneas y la elección del tema.

Y ahora todo aquello podía caer en saco roto. Todos los insultos recibidos en su nombre, todo el encubrimiento. ¿Qué iba a hacer? Porque en ese momento solo se le presentaban dos opciones: continuar con la fachada que con tanto esfuerzo había construido Harriette, o derrumbarla ante la posibilidad de que Jane se hubiera metido de verdad en un problema.

¿Y si el mensaje urgente de Jane no era más que otra de sus «espléndidas» ideas para sus reuniones de los viernes? La desesperación volvió a llenarle los ojos de lágrimas.

Se sentía un poco culpable por hacer que Margery



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