Zombie Games by Kristen Middleton

Zombie Games by Kristen Middleton

autor:Kristen Middleton
La lengua: spa
Format: epub
editor: Babelcube Inc.
publicado: 2017-12-25T00:00:00+00:00


Capítulo doce

Estaba agobiada y emocionalmente exhausta por todo lo que había ocurrido. Necesitaba un chute de cafeína, así que fui a la cocina para coger una lata de refresco y me di cuenta de que tenía un mensaje en el móvil.

«¿Bryce?» No me había permitido pensar en él, la idea de que podría ser uno de los muertos que caminaban era demasiado dolorosa. No tenía ni idea de si él, o incluso su hermano, se habían vacunado. ¡Sería buena idea vigilar a Bobby de cerca!

Cogí mi teléfono y suspiré aliviada: era Allie. Rápidamente marqué el número del contestador automático, pero mi felicidad pronto se hizo pedazos.

―Cassie ―susurraba Allie y puedo asegurar de que estaba llorando―. Dios mío... ¡necesitamos ayuda! Dan está intentando... matarnos.

Lo siguiente que escuché fue su grito de terror y la grabación se cortó.

Horrorizada, intenté llamarla, pero no hubo respuesta. Le escribí varios mensajes y esperé, pero ella no respondió. Lancé mi teléfono y empecé a llorar. No podía soportar la idea de que algo malo le pasase a Allie. ¡Dan debía de haberse convertido en un zombi!

Entonces me di cuenta. Sabía exactamente lo que tenía que hacer: salvar a mi hermanita.

Me enjugué las lágrimas, me levanté y cogí las llaves de la camioneta. De ninguna forma iba a sentarme y dejar que fuese víctima de Dan ni de ningún otro zombi. Si aún seguía con vida la encontraría.

Sospechando que Sara no me dejaría abandonar la seguridad de la casa, decidí no contarle mis planes. En lugar de eso, cogí un trozo de papel y le escribí una nota. También le pedí que mantuviese bien vigilado a Bobby. Al final incluí la dirección de Paige, por si mi madre o mi padre volvían a casa.

Volví al sótano y, con indiferencia, cogí más munición que había cerca de la caja fuerte de las armas. Sara ni siquiera se dio cuenta, estaba demasiado ocupada tratando de consolar a Hannah.

Bostezando, dije:

―Voy echarme un rato.

Ella me miró y dijo:

―Vale, Hannah y yo vamos a pensar a ver qué leches hacemos ahora.

Les di las buenas noches, corrí escaleras arriba para coger la Beretta y mi bastón de tres secciones, algo que nunca utilizaba fuera de mi clase de kárate. Podía hacer mucho daño con él. Si alguna vez había una oportunidad de utilizarlo, sabía que había llegado.

Mi camioneta estaba aparcada al otro lado del garaje. Con el corazón golpeando en mi pecho, inhalé profundamente con temor y me escabullí fuera de la casa, cerrando la puerta. Había un silencio mortal salvo por el ulular de un búho del viejo granero en algún lugar en la distancia. Por suerte estaba sola, nadie me aguardaba entre las sombras. Me subí a la camioneta y cerré las puertas.

«Por favor, arranca», le supliqué a mi quisquillosa camioneta. Y así, sin más, se puso en marcha.

Con un nuevo suministro de esperanza, metí la marcha, retrocedí para salir del poche y me encaminé calle abajo sin encender las luces hasta que no estuve lo suficientemente lejos de la casa.

Mientras



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