Borges by Adolfo Bioy Casares

Borges by Adolfo Bioy Casares

autor:Adolfo Bioy Casares [Bioy Casares, Adolfo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2006-10-18T16:00:00+00:00


Cuando,

cuando

el héroe popular

el hombre-rey

se deja pressancier

desde un balcón…

De su viaje a Paraná cuenta: «Es una ciudad pobrecita, con gente en bombacha, pañuelo al cuello, que lo saluda a uno. Encontré allá a un muchacho interesado en la Chanson de Roland. Visité la tumba de mi bisabuelo Haslam, enterrado fuera del cementerio, por hereje, es decir protestante[1307]; Madre le llevó flores. En una ocasión anterior, le había llevado flores: en su viaje de bodas, en mil ochocientos noventa y tantos».

Martes, 30 de julio. Por la noche, con Silvina, nos preparamos para la comida a Leónidas de Vedia, que se va a Grecia. BIOY: «Vamos a buscar a Borges y a Alicia Jurado». SILVINA: «A ésa le voy a decir algo sobre la nota que publicó en Sur sobre tu libro[1308]. Qué mezquindad». BIOY: «No le digas nada. Porque yo quiero hablar de la nota con ella, explicarle que está equivocada». SILVINA: «No sé cómo podré no decirle algo». Quisiera hablar con ella, pero no como quien está dolido por un ataque; para aclararle que no considero justo que se diga que para mí un cuento es sólo un juego, que nunca soy apasionado. Ya sé que no es apasionado quien quiera; pero tampoco hay que dejarse engañar por el pudor y las buenas maneras; no porque uno no se desgarre la ropa y no se tire al suelo es un frío, distante, está jugando. No bien entra en el coche Alicia, propone ella misma el tema de su nota y, ya inconteniblemente, Silvina declara: «No me gustó tu nota. No me pareció generosa ni justa». Hay un diálogo absurdo, a continuación, y Borges remeda a cada parte: «“No elogiaste bastante”. “Elogié mucho, demasiado.”». Silvina no entiende la broma. Yo trato de hacer a un lado todo este episodio y quiero argumentar a Alicia mi rechazo —lo que podría hacer por Borges, también— al cargo de juego. ¿Qué literatura merece para ella la calificación de juego y cuál no? ¿Sólo, en ficción, el tono romántico excluye la calificación de juego para un escrito? ¿Fueron juego sus cuentos y novelas para Cervantes, para Maupassant, para Flaubert, para Poe, para Conrad, para Wells, para Kipling?

En El Malambo, en un cuarto «tapizado» con la boiserie de una cabina de primera clase del vapor fluvial Tritón, nos reunimos alrededor de una mesa redonda Borges, Alicia, Leónidas, Clemente, Jorge Cruz (secretario del Suplemento literario de La Nación), Cicco (de la Dirección de Cultura), Silvina y yo. La comida es agradable: por un rato nos encontramos en la eternidad del grupo de amigos cordiales. Borges es partidario de las comidas breves; a mí, en cambio, me parece que una comida de muchos platos pone un ritmo propicio a las expansiones de la amistad y de la conversación.

Este Leónidas, de quien alguna vez pensé mal, es atinado en sus juicios, no comparte las supersticiones habituales; habla con suave gracia; su obra no existe: en esto aventaja a Mallea y a otros amigos. De Illia y Perette, nuestros presidente y vicepresidente electos, cuenta que comieron en casa de unos amigos (de Leónidas).



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