Las chicas con las chicas by AA. VV

Las chicas con las chicas by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Relato, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2008-12-31T16:00:00+00:00


III EL CAMBIO DE AIRE

Madonna por tercera vez. Joder con Elías. Tener un coche tan moderno, un equipo de música con tanto parlante ¿para qué? ¿Para traer al viaje sólo un CD?

—Anda tía, Ana, que es la reina del pop. No puedes odiarla.

—Qué reina y qué nada, es que me estás volviendo loca.

Apago la música un rato, me da por abrir la ventana y respirar cinematográficamente. Pero nada, el aire de pueblo me parece tan parecido al aire de Madrid.

Verde. Mucho verde. Un viejo más viejo que mi abuelo montado en una bicicleta del año 10.

Es inevitable, me acuerdo de Carla y no lo reprimo. No la echo de menos, o al menos sí un poco, lo lógico, lo probable, lo normal. Ese echar de menos que es como que te faltara algo, aunque sospechas que sigues tan completa como antes.

Es la imagen, es su casa de muros amarillos, u ocres, como les decía ella, es verla jodida con la bolsa de patatas fritas abierta y la cerveza a medio terminar, llorando, llamándome hija de puta y luego abrazándome. Con el periódico abierto de par en par en la sección de salas de cine, esperando que decidiéramos la película que jamás llegaríamos a ver. Porque justo en ese momento se lo dije. Que no disfrutar del sexo era sólo uno de los puntos, que no creía en una idea de nosotras, que de todas formas no le había mentido, que después de lo que me había pasado con Doly, ella sabía que yo no quería una relación.

Hija de puta. Lo gritó.

Lo gritó con los ojos y con la boca. Y la cara se le llenó de arrugas. La boca se le llenó de saliva y apretó los puños. Me quedé sentada, mirando el espectáculo de la rabia y del dolor que se deshacían como el hielo en una copa vacía, se deshacían y se le escurrían por la cara en forma de lágrimas gruesas y redondas. Las lágrimas más definidas que había visto antes. Mis lágrimas nunca han sido así, quizás porque mis penas jamás han sido tan estructurales, tan bien enmarcadas.

Pero es que yo te quiero. No lo gritó. Se le escapó con voz entrecortada.

Perosque yote quie ro, fue más bien. Y me sentí tal como me siento cuando estoy en el sofá, tan cómoda viendo la tele y me entran ganas de hacer pis.

«Uf, qué pereza levantarse ahora para ir al baño, con lo bien que se está aquí», piensas. Bueno, aguantas un poco más y sigues viendo la tele.

La tentación. La tentación de quedarte en el sofá, la tentación de ignorar lo que pide el cuerpo. La tentación de besarla y decirle que vale, que lo intentábamos otra vez, que quizás lo mío era cosa de tiempo. La tentación de acabar la cerveza, el paquete de patatas y elegir una película. Lavarle la cara a Carla, borrar el momento y partir al cine de la mano. Reírnos con la peli.

Media hora antes del final, bajarle la bragueta del pantalón y hacerle un dedo mientras se tomaba la Coca-Cola.



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