El fuego del cielo by César Vidal

El fuego del cielo by César Vidal

autor:César Vidal [Vidal, César]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2006-03-20T16:00:00+00:00


* * *

Terminó su plegaria y abrió los ojos. Había adoptado esa costumbre tiempo atrás, al percatarse de que aquel gesto sencillo le permitía concentrarse mejor. Necesitaba hacerlo. Nunca oraba valiéndose de fórmulas repetidas ni de textos aprendidos de memoria. Por el contrario, se valía de lo que le brotaba del corazón en cada momento. Y en los instantes anteriores, lo que había salido a borbotones, como el agua de una fuente impetuosa, era el deseo de llegar a la conclusión de su servicio de una vez para establecerse en algún lugar tranquilo lo más lejos posible del limes. Había llegado a esa conclusión mucho tiempo atrás, cuando una enfermedad terrible se había aferrado a su cuerpo con la clara intención de arrancarle el espíritu y llevárselo al Hades. Si así hubiera sucedido, posiblemente la idea ni se le hubiera pasado por la cabeza. Sin embargo, en aquel entonces era cuando había nacido de nuevo. Había estado muerto —no le cabía la menor duda— y de aquella penumbra había emergido vivo. Esa convicción de estar disfrutando una nueva vida le había constreñido hasta el punto de ir modificando poco a poco su comportamiento.

Lo primero que había anidado en su corazón era el propósito de actuar de manera diferente como legionario. En la medida de lo posible, se negó a practicar la extorsión, evitó calumniar o adular, y se conformó con su paga. Al principio, aquella conducta molestó a sus compañeros —no digamos a sus subordinados—, que no veían por qué comportamientos tan habituales tenían que ser reprimidos. Sin embargo, al cabo de muy poco tiempo, llamó la atención de sus superiores directos. De aquel hombre —un veterano, por más señas— podía esperarse que no llegaran quejas de alguna persona a la que habían obligado a soltar dinero, que no apareciera por la tienda de un legado o un tribuno criticando a cualquier compañero y que no organizara motines ni los mirara con complacencia cuando se retrasaban los cobros del salario. En otras palabras, se había convertido en la persona de confianza en la que cualquier oficial desea descansar sin temor a que le defraude en el momento más inesperado. Su propuesta de ascenso a centurión fue aplaudida unánimemente por sus superiores aunque no pudiera conjurar los celos de algunos legionarios.

Aquel cambio no excitó su ambición. Todo lo contrario. Le llevó a pensar que lo mejor que podía sucederle era llegar al final de su tiempo de servicio y, en breve, concibió la esperanza de que el dios en el que creía, al que se dirigía varias veces a lo largo de la jornada, al que adoraba de manera especialmente fervorosa al principio del día, le salvaría la vida permitiéndole un retiro tranquilo. Precisamente, al poco de comenzar a abrigar aquella alentadora sensación, se produjo el primero de una serie de sueños que se habían repetido durante años.

A decir verdad, lo que contemplaba era siempre muy similar. Tanto que parecía más un sola experiencia onírica con ligeras variaciones que sueños distintos. Siempre se veía caminando hacia su hogar por una calle especial.



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