Reina Roja by Juan Gómez-Jurado

Reina Roja by Juan Gómez-Jurado

autor:Juan Gómez-Jurado [Gómez-Jurado, Juan]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2018-10-31T16:00:00+00:00


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—Cada vez que aparezca un coche en alguno de los monitores, paramos la grabación y comprobamos con el registro de entrada —le explica a los otros.

—Es muy buena idea —dice Tomás—. En lugar de tardar diez horas en ver la grabación, tardaremos una.

Tardan mucho más, porque cada una de las entradas obliga a una parada y una comprobación en el registro de entrada, lo que lleva su tiempo. Y hay decenas, sobre todo entre las ocho y las once de la noche.

Están buscando una anomalía. Algo inusual. No encuentran nada. Con la excepción de un par de taxis y varios Uber, todos los que entran son coches de residentes, o amigos de los residentes que éstos habían autorizado para entrar. Habría que comprobar personalmente cada uno de los nombres de los autorizados, pero eso requeriría de días y mucho personal.

Por eso los asesinatos son tan difíciles de investigar.

Tres horas después, la línea de tiempo se está acabando. Y ellos están agotados. En los monitores de arriba sigue entrando gente, llegando a sus casas después de su jornada, o de cenar con su familia. En los de abajo, apenas hay movimiento.

De pronto Antonia se endereza. Señala al monitor central de la final inferior.

—Ahí. Ese taxi.

Es un Skoda Octavia, el taxi más común de la ciudad de Madrid. Llega con el número cero puesto en la luz del techo. Lo habitual cuando van a recoger a alguien a mucha distancia.

Según se aproxima el taxi, la imagen muestra cómo Gabriel lo deja pasar, sin preguntar.

El código de tiempo marca las 03.52.

—¿Qué tiene de especial?

—Ya hemos visto antes ese taxi —dice Antonia—. 9344 FSY. Llegó a las diez y media de la noche. Y venía a dejar a alguien.

Así es. Una rápida comprobación rescata las imágenes de la llegada del taxi, con la tarifa 2. Ahí se ve cómo Tomás se agacha para preguntar al taxista algo, y enseguida le deja pasar. Las imágenes son cenitales, el ángulo desde arriba no permite ver la licencia en el costado.

—¿Recuerda ese taxi, Tomás?

El vigilante les mira, confuso.

—No… No recuerdo nada. Probablemente me agaché para hablar con él y preguntarle dónde iba, me daría una dirección y un nombre y eso fue todo. Es lo que hacemos siempre con los taxis. Y más en hora punta.

Es cierto. Las imágenes muestran como el taxi es sólo uno de una docena de coches que aguardan para entrar en La Finca, mientras unos agobiados Gabriel y Tomás van haciendo lo que pueden. Los ricos nunca han destacado por su paciencia.

Lo que no muestran las imágenes que tienen es ni al conductor ni al pasajero.

—Hay otra cuestión importante. ¿Quién conducía el taxi? —le dice Jon a Antonia—. ¿Tiene un cómplice, o sólo alguien que pasaba por ahí?

Ni Tomás ni Gabriel recuerdan nada del conductor. Sólo otro taxi anónimo, inadvertido. Pasando impunemente por la barrera, como tantos cada día. Puede que hayan encontrado el modo en el que Ezequiel ha entrado.



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