Ya no creo en tus promesas by Noe Casado

Ya no creo en tus promesas by Noe Casado

autor:Noe Casado [Casado, Noe]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-03-15T00:00:00+00:00


Capítulo 22

Un año y pico atrás

Hotel Akwa Palace, Duala, Camerún

18.50 horas

FINLEY

Decir que se ensañaron conmigo era un eufemismo, pensaba mientras me miraba al espejo tras darme un merecido baño, ya que me habían tenido veinte putos días encerrado en un maldito zulo sin poder asearme, obligado a hacer mis necesidades en un cubo que solo vaciaban una vez al día y encima me daban una comida asquerosa que mis tripas no aguantaban.

Y por si aquella tortura no les parecía suficiente, para volverme loco, en mitad de la noche me sacaban a dar un paseo y aprovechaban para darme de hostias. También, si notaban que dormía durante el día más de dos horas, empezaban a montar barullo. Cualquier cosa para desquiciarme de tal modo que atacase y así tener una excusa para volver a darme de hostias. Yo sabía muy bien que la alteración del sueño es un arma muy poderosa.

¿El propósito? Supuse que, además de divertirse o pasar el rato hasta que llegara el cabrón que había ordenado secuestrarme, también pretendían dejarme trastornado. Lo que sí tenía claro es que no era por dinero, sino más bien por venganza.

Había sido contratado por un magnate de los medios de comunicación para sacar de Camerún sana y salva a una hija díscola (más bien gilipollas) que se había enredado con un supuesto empresario (guaperas y muy listo) que, tras engatusarla, se la había llevado al país africano para divertirse y sacarle la pasta al padre.

Y todo con la complicidad de ella.

Repito, la inmadurez mezclada con la estupidez y todo aderezado con el dinero. Una combinación infalible para joderse la vida y, de paso, jodérmela a mí.

Nada nuevo en familias acaudaladas con una fachada respetable y mucha mierda de puertas para dentro. Mi misión en el operativo era muy simple: esperar en el hotel a que mis dos subordinados la trajeran y ocuparme de subirla en un avión privado (fletado por el padre) para asegurarme de que no se volvía a descarriar.

La idea era distraer la atención del cabronazo que la había embaucado, sin mucho esfuerzo a juzgar por cómo se relacionaban, pero aquella era la versión del padre y me traía sin cuidado; lo importante era completar el operativo.

La pareja encargada de llevar a cabo la misión de campo estaba formada por una mujer —que acojonaba al más valiente con su aspecto andrógeno y su uno ochenta de estatura— y su marido, nativo, ambos profesionales, disciplinados y eficientes, con los que ya había tenido el placer de trabajar.

Se trataba de una misión sencilla, a priori, claro, porque la hija gilipollas del magnate y su novio se alojaban en un apartamento de lujo cercano al Akwa Palace. La idea, tras estudiar sus movimientos, era esperar a que ella estuviera sola, entrar, llevárnosla y a casa. Pues bien, pasaban los días y el cabrón del novio, quizá sospechando, no la dejaba ni a sol ni a sombra, así que yo, impaciente y sin otra cosa que hacer que esperar, decidí aventurarme por las calles, con el único objetivo de matar el tiempo.



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