Atados por el destino by Tracy Wolff

Atados por el destino by Tracy Wolff

autor:Tracy Wolff
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2017-02-27T10:45:30+00:00


Por el camino, estuvo pensando lo que le diría a la tal Maddox y a la redactora jefe de Los Angeles Times. Se le ocurrían un millón de comentarios que poder decir, pero dado que era un caballero y no tenía por costumbre maldecir a las mujeres, elaboró un pequeño discurso. Breve, conciso y claro. Tal vez era un caballero, pero eso no significaba que no debiera decir las cosas claras, en especial en algo como aquello.

Aparcó frente al edificio. Se imaginó que tendría pasar la criba de varios guardias de seguridad y tal vez varias recepcionistas antes de que consiguiera llegar a la tal Maddox o a Bloomburg, pero todo resultó más fácil de lo esperado. Tras pasar el control de seguridad, se registró en recepción y tomó un ascensor que lo llevo directamente a la redacción principal del periódico.

Al salir vio una redacción llena de escritorios que estaban prácticamente vacíos, lo que no era de extrañar, dado que había llegado en medio de la hora de comer. A excepción de un par de personas, los pocos presentes estaban reunidos en una mesa en la parte delantera de la sala, hablando animadamente.

Vio que no había recepcionista ante la que presentarse ni nadie al que informar de su identidad. Le sorprendió que un periódico tan importante tuviera una seguridad tan relajada.

Decidió que encontraría el escritorio de la tal Maddox y se quedaría esperándola hasta que regresara de almorzar.

Por fin, un tipo con una cámara enorme colgada del cuello lo interceptó a mitad de la redacción. Cuando Nic le dijo que tenía algo que entregarle a D.E. Maddox, el tipo le indicó un escritorio cerca de uno de los rincones. Sorprendentemente, era uno de los pocos que tenía a alguien trabajando.

Perfecto. Podría enfrentarse a Maddox en caliente y marcharse de allí tan rápidamente como le fuera posible.

La mujer estaba de espaldas, pero al acercarse, vio que tenía una hermosa cabellera de color rubio platino que le despertó algo y le hizo pensar en Desi cuando su cabello se había quedado extendido como un abanico por la almohada. Apartó aquel recuerdo, pero, por alguna razón, le resultaba imposible olvidarse de Desi. Cuando se acercó un poco más a la mujer comprendió por qué.

Cuando estaba a una corta distancia, pudo verle el perfil. Los marcados pómulos y los gruesos y atractivos labios. La piel dorada por el sol y el hoyuelo en la mejilla derecha. De repente, no le pareció tan descabellado que aquella mujer le recordara a Desi, a la que llevaba dieciocho semanas tratando de olvidar.

–¿Desi?

No había tenido intención de decir su nombre en voz alta ni atraer su atención hasta que no hubiera podido enfrentarse a la sorpresa de que D.E. Maddox, la odiada reportera, no era otra que la mujer a la que se había llevado a su casa.

Ella se volvió a mirarlo en cuanto escuchó su nombre. Abrió los ojos de par en par al darse cuenta de quién estaba a pocos metros de ella, observándola. Nic esperó que ella se mostrara culpable o, al menos, que pareciera sentir lo ocurrido.



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