Locura de amor by Virginia Camacho

Locura de amor by Virginia Camacho

autor:Virginia Camacho [Camacho, Virginia]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Phillip entró a la habitación, y Georgina lo sorprendió de nuevo. Esta vez, por su pijama. Era diminuta, de encaje negro, ceñido a su… aún esbelto cuerpo.

Cuántos años tenía su esposa?

Cuarenta y tres.

Había parido una hija hacía veintitrés. Se había casado con él a los diecinueve. Era virgen la noche de bodas.

Ah, suspiró Phillip. Se le estaban viniendo muchos recuerdos justo ahora.

Miró a Georgina con la intención de sonreírle y decirle que recordaba cuando, la primera noche, ella había salido del cuarto de baño llevando una bata de seda blanca tan larga que le cubría los pies, que estaba tan tímida que temblaba en sus brazos. El cabello era rubio oscuro como el de ahora, recordó. Había olvidado que Georgina había empezado a aclarárselo poco después del nacimiento de Heather.

Sin embargo, esta Georgina de ahora, simplemente lo ignoró y se metió bajo las sábanas dándole la espalda, como solía hacer, y él se quedó allí como un idiota, en medio de la habitación, en silencio, y completamente vestido aún.

—Estás enojada conmigo? –preguntó, y de inmediato se arrepintió. Aquello era una conversación demasiado… de pareja.

—Tengo que estarlo?

—No, pero… estás muy cambiada, no sólo por fuera, quiero decir…

—No estoy enojada. Ya duérmete. Mañana madrugas.

Phillip asintió como un niño que ha sido regañado. Caminó hacia su cuarto de baño y recordó que aquella era la rutina de cada noche.

Cuando se puso su propia pijama, y se metió en su lado de la cama, recordó cuando le presentaron a Georgina. Había sido en una cena que sus padres habían organizado para tal fin. La fecha de la boda se fijó para ocho meses después. Ambos eran demasiado jóvenes e inexpertos, y se adhirieron al compromiso porque no tenían otra opción. Luego se habían casado, nació Heather… y desde entonces no tenían intimidad. Ni siquiera se habían planteado la idea de tener otro hijo.

Miró a su mujer al otro lado de la cama, muy quieta y lejana.

Estaba ella desde entonces intocada? Nadie, aparte de él, había estado en una cama con ella?

Él, ciertamente, no.

Hizo una mueca. Era imposible que una persona aguantara tanto sin sexo. Georgina debía tener un amante.

Pero algo dentro se opuso, e insistió. No lo creía.



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