Una Semana de Amor Fingido by Andrea Laurence

Una Semana de Amor Fingido by Andrea Laurence

autor:Andrea Laurence [Laurence, Andrea]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica
publicado: 2016-12-18T06:00:00+00:00


Capítulo Siete

–Llévame al hotel, Julian.

La mirada de Julian se cruzó con la de Gretchen. Había en los ojos masculinos un deseo que ella no pudo pasar por alto. Sin embargo, él titubeó y tragó saliva antes de hablar.

–¿Estás segura?

–Sí.

No había estado más segura de nada en su vida. No era tan estúpida como para creer que aquella relación duraría más allá del fin de semana o que ella sería algo más que un leve recuerdo en la mente de Julian, pero no podía dejar pasar aquella oportunidad.

–A menos que no quieras –añadió en voz baja.

Julian puso los ojos en blanco, la tomó de la mano y tiró de ella para levantarla del escenario.

–Claro que quiero. No te haces una idea de cuánto. Pero no sé si debo. No puedo prometerte nada.

Gretchen lo miró y negó con la cabeza.

–Lo único que quiero que me prometas es una noche de sexo apasionado y con los suficientes orgasmos para que me duren hasta que aparezca otro hombre.

Él sonrió.

–Te lo prometo –le aseguró él con un brillo malicioso en los ojos.

Salieron de la capilla tan deprisa que ella apenas tuvo tiempo de agarrar los zapatos y apagar las luces.

¡Estaba a punto de tener sexo! La idea la excitaba y aterrorizaba a la vez

Mientras recorrían el pasillo del hotel de la mano, Gretchen sintió que el corazón iba a salírsele por la boca. Al otro lado de la puerta le esperaba aquello con lo que llevaba fantaseando desde los dieciséis años.

–¿Quieres una copa de vino? –preguntó él mientras entraban en la suite.

Ella negó con la cabeza.

–No, preferiría que nos pusiéramos a ello.

Julian frunció el ceño al tiempo que se cruzaba de brazos.

–Gretchen, no se trata de una carrera a toda velocidad, sino de un maratón.

–Ya lo sé –contestó ella.

Julian bajó los brazos y se le acercó. Se detuvo justo antes de que se rozaran. Le puso las cálidas y grandes manos en los brazos desnudos y se los frotó a un ritmo tranquilo.

–Relájate. Disfruta. A menos que cambies de opinión o que el hotel comience a arder, te garantizo que va a suceder.

Gretchen soltó el aire que había estado reteniendo sin darse cuenta. Con el aire se fue también la tensión de sus músculos.

–Perdona, tienes razón. Es que estoy tan…

Los labios de Julian se posaron en los de ella e impidieron que siguiera hablando. Ante su contacto, la inquietud de Gretchen desapareció. Se derritió en sus brazos y se apretó contra el duro cuerpo que no lograba quitarse de la cabeza. Ni siquiera se puso tensa cuando oyó el sonido de la cremallera deslizándose hacia abajo por su espalda. La caricia de la lengua de Julian y sus dedos, que le apretaban la carne, hicieron que su cuerpo se derritiera como la mantequilla.

Él le bajó los tirantes del vestido y del sujetador y comenzó a besarla desde el cuello hacia abajo. Le miró los senos con deseo antes de inclinar la cabeza para probar la carne que amenazaba con salirse del sujetador.

Con el vestido abierto



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