Venus Prime 03 - El Juego Del Escondite by Arthur C. Clarke

Venus Prime 03 - El Juego Del Escondite by Arthur C. Clarke

autor:Arthur C. Clarke
La lengua: spa
Format: mobi
Tags: Ciencia Ficción
ISBN: 9788401493430
editor: Plaza & Janés
publicado: 2012-06-06T12:15:24+00:00


Capítulo 11

Lo que los sensores de los satélites no podían saber con seguridad, era el estado del terreno bajo la superficie visible de Marte. Y así, al cabo de dos días, conduciendo a ciegas en el huracán, desaparecido el camino bajo el polvo, el camión marciano se sumergió en una enorme sima de hielo permanente.

El tractor entró directamente y, separándose de los remolques de modo automático, dejó al primero oscilando medio fuera del borde del agujero, con su carga de tuberías amenazando caer. Entretanto, ágil como un gimnasta, el gran tractor estabilizado por ordenador había llegado, con sus orugas delanteras, a un saliente irregular de hielo. Lydia y Blake se encontraron mirando, desde sus arneses de seguridad, las profundidades del sucio hielo.

En el tablero de instrumentos se encendió una luz amarilla frente a Lydia; ésta conectó los interruptores que apagaban las turbinas, y conectó los sistemas del tractor a las baterías.

—Tenemos un problema —dijo.

—Si tú lo dices.

Por primera vez en dos días, Lydia le miró a los ojos, colgados ambos en sus arneses, y Blake pensó que estaba a punto de sonreír.

• • • • •

Cerraron sus trajes presurizados, salieron de la cabina y bajaron por los flancos del tractor inclinado, hasta el borde del agujero. En la superficie, el viento no era lo bastante fuerte como para hacerles perder pie. No podían verse muy bien el uno al otro a causa del polvo que levantaba el viento, pero tenían los intercomunicadores de los trajes, y Lydia sabía dar órdenes.

—Armario de herramientas delantero, a tu lado. Corre el cierre a la izquierda y hacia abajo. Dentro, a la izquierda, encontrarás una docena de clavos para roca, de un metro de largo más o menos. Unos barriles amarillos con etiquetas rojas.

—Ya los veo.

—Saca tres. Monta uno delante del agujero, a tu lado. Yo haré lo mismo en el mío. Después pondremos dos a los lados y dos en popa. Trata de encontrar roca buena, piedra arenisca, o bien hielo firme.

—Lo haré.

Blake sabia obedecer órdenes igual de bien que Lydia sabía darlas, en especial cuando tenían sentido.

Encontraron roca sólida delante del tractor, y se prepararon para hundir las áncoras explosivas.

—¿Las has utilizado alguna vez? —preguntó Lydia.

—Parece fácil.

—Fácil, para volarte la cabeza.

—Tendré cuidado.

Arrancó la etiqueta, tiró de la clavija y se apartó. Segundos después, la carga sin retroceso arrojó fuego y hundió la flecha de acero en la piedra.

Lydia hacía lo mismo en el lado del camión donde se encontraba. Cuando los clavos delanteros estuvieron en su lugar, Blake y Lydia buscaron puntos de anclaje a los lados y la parte posterior. Tuvieron que ir un poco más lejos, pero cuando encontraron roca firme, los cables del torno del camión aún alcanzaban.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Blake.

—Colgarlo de un cable. Vamos a levantar el vehículo sacándolo del agujero, hasta que quede suspendido sobre los cables; después, dejaremos que se arrastre solo por encima de éstos, hasta que las orugas toquen el suelo. El ordenador conoce bien este truco, ya lo hemos hecho varias veces; mantendrá la tensión ajustada.



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