Ven y enloquece y otros cuentos de marcianos by Fredric Brown

Ven y enloquece y otros cuentos de marcianos by Fredric Brown

autor:Fredric Brown [Brown, Fredric]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2000-04-15T00:00:00+00:00


Arena

Carson abrió los ojos y se encontró mirando hacia arriba, a una penumbra azul que parpadeaba.

Hacía calor; estaba tumbado sobre la arena, y una roca afilada se le clavaba en la espalda. Se puso de lado, apartándose de la roca, y se incorporó hasta quedar sentado.

«Estoy loco —pensó—. Loco… o muerto… o algo así».

La arena era azul, de un azul brillante. Y no había nada parecido a la arena azul en la Tierra ni en ninguno de los planetas.

Arena azul.

Arena azul bajo una bóveda azul que no era el cielo ni una habitación, pero sí un espacio cerrado… De algún modo supo que era un espacio cerrado y finito aunque no podía ver su límite superior.

Tomó un puñado de arena con la mano y la dejó correr entre los dedos. Le hizo cosquillas en la pierna desnuda. ¿Desnuda?

Desnudo. Estaba totalmente desnudo, y con el cuerpo ya perlado de sudor a causa del enervante calor, cubierto de azul donde la arena lo había tocado.

Pero en las otras zonas su cuerpo era blanco.

«Entonces esta arena es azul de verdad —pensó—. Si pareciera azul a causa de la luz azul, yo también me vería azul. Pero me veo blanco; por tanto, la arena es azul. Arena azul. No existe la arena azul. No existe ningún lugar como el lugar donde estoy».

El sudor le corría por la cara.

Hacía calor, más calor que en el infierno. Sólo que se suponía que el infierno (al menos, el clásico) tenía que ser rojo y no azul.

Pero si aquel lugar no era el infierno, ¿qué era? Mercurio era el único planeta en el que hacía un calor comparable, pero aquello no era Mercurio. Y Mercurio estaba a unos cuatro mil millones de kilómetros de…

Entonces recordó dónde había estado. En un pequeño vehículo de exploración, un monoplaza, en la órbita de Plutón, en misión de reconocimiento a un millón y medio de kilómetros del flanco de la Armada Terrestre, que se encontraba en formación de batalla para interceptar a los forasteros.

Aquel sonido estridente y repentino, que le atacó los nervios, de la sirena de alarma cuando el explorador enemigo (la nave forastera) quedó al alcance de sus sensores…

Nadie sabía quiénes eran los forasteros, qué aspecto tenían ni de qué lejana galaxia venían, aparte de que se podía encontrarse más o menos en dirección a las Pléyades.

Primero fueron los ataques esporádicos a las colonias y puestos de avanzada de la Tierra. Batallas aisladas entre patrullas terrestres y pequeños grupos de naves forasteras; batallas que a veces se ganaban y a veces se perdían, pero que hasta el momento no habían servido para capturar una nave enemiga. Tampoco había sobrevivido ningún miembro de una colonia atacada para describir a los forasteros que habían bajado de las naves, si es que de veras habían bajado.

Al principio no había parecido una amenaza demasiado seria, porque los ataques no habían sido muy numerosos ni destructivos. Por separado, las naves habían resultado ser ligeramente inferiores en armamento a los mejores cruceros terrestres, aunque algo superiores en velocidad y capacidad de maniobra.



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