Memoria del comunismo by Federico Jiménez Losantos

Memoria del comunismo by Federico Jiménez Losantos

autor:Federico Jiménez Losantos [Jiménez Losantos, Federico]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2017-12-31T16:00:00+00:00


Furet y los equívocos sobre la España de 1936

España ha sido víctima de su propio éxito como país turístico. Por desgracia, ese turismo empezó por el político, romántico y revolucionario desde comienzos del XIX y la Guerra de la Independencia contra Napoleón. Nuestro éxito como escenario romántico ha sido tan grande que dura hasta hoy y tiene en la Guerra de 1936-39 su más exitoso almacén de necedades. Los enciclopedistas franceses tenían un desprecio por España solo superado por su ignorancia. De ahí la frase de que nada debía la ciencia a España, en realidad uno de los últimos frutos de la Leyenda Negra del XVII contra la gran potencia católica que fue España y cuyo peor efecto es que ha acabado siendo creído, metabolizado y asumido por los propios españoles.

Pero lo cierto es que antes de la Revolución Francesa, tan destructiva para España como para la propia Francia y sin ninguno de los consuelos republicanos que tanto y tan absurdamente celebran nuestros vecinos, los «españoles de ambos mundos», como se denominaron los que proclaman la Constitución de Cádiz de 1812, tenían en el descomunal Imperio Español un régimen ilustrado, dentro del despotismo del Antiguo Régimen, similar a los más avanzados de su época. España era la tercera potencia militar del mundo, tras Inglaterra y Francia. España se desarrollaba desde finales del XVII, con el movimiento de los novatores, y a lo largo del despotismo a la francesa de la nueva dinastía borbónica, en términos semejantes, pese a su escasa población, tortuosa orografía y, en consecuencia, no muy próspera agricultura, a los de los grandes países europeos.

En el XVIII, España ha empezado a ganar dinero en América, o al menos, a no perderlo. Hasta la batalla de Trafalgar, la flota española está a la par de los países más poderosos del mundo, que eran Francia y el Imperio Británico; e incluso después, los marinos españoles, cuyos conocimientos no podían ser menores que los de los británicos, derrotan a Nelson en Cartagena de Indias, hazaña de Blas de Lezo, y mantienen a salvo las colonias y el comercio español con América. ¿Cómo iba a «arrastrar un retraso de siglos» la España de 1936 si hasta la Revolución Francesa, que frena en seco las reformas ilustradas, y los cuatro años de guerra contra el ejército de Napoleón, trágicos en pérdidas humanas y devastadores en lo material, seguía siendo la tercera potencia mundial?

Pues porque así lo exigía el «buen salvaje romántico» que franceses y anglosajones encuentran, léase inventan, en el indómito y manso, bruto y despabilado, religioso y pagano, luminoso y sombrío pueblo español, tan pintoresco siempre: un salvajote atractivo, ayer romántico, hoy antifascista, tocando la guitarra a la sombra del torreón de algún castillo en ruinas.

No exagero en absoluto. François Furet, en el libro canónico sobre el comunismo Le passé d’une illusion, dice a propósito de nuestra guerra:



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