Una rosa en invierno by Kathleen E. Woodiwiss

Una rosa en invierno by Kathleen E. Woodiwiss

autor:Kathleen E. Woodiwiss [Woodiwiss, Kathleen E.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1981-09-15T00:00:00+00:00


CAPITULO 13

CON la sien apoyada contra el marco de la ventana, Erienne observó a través de los cristales. Antes de caer la noche, unas nubes se habían acumulado en el cielo y ahora formaban un delgadísimo velo que ocultaba la cara de una tímida luna menguante. Erienne se frotó la frente contra la madera, como si quisiera aplacar la confusión que ardía en su interior. Agradeció que lord Saxton aún no hubiera regresado de su viaje, puesto que no se creía capaz de ocultar su agitación frente a su esposo.

Se sentó en una pequeña banqueta frente a la chimenea. Las luces del cuarto se habían extinguido, salvo una única vela que aún ardía sobre la mesa de noche. Las crepitantes llamas del hogar inundaban la recámara con una tenue luz dorada, alargando y distorsionando las sombras.

Luego del largo y agitado día, un profundo cansancio se había apoderado de ella, pero sus pensamientos tumultuosos continuaban acosándola, sin permitirle el descanso. Las palabras de Christopher se resistían a enterrarse en los confines de su mente, donde ella deseaba sepultarlas, y trepaban a la superficie como demonios delgados y grises, sin cesar de acosarla y atormentarla.

—Ese yanqui libertino me ataca por todos lados —gimió Erienne, y sacudió la cabeza con desolación—. ¡Su osadía no tiene límites!

—¿Por qué no me dejará en paz!

Las titilantes llamas no emitieron respuesta, y ella buscó otro motivo, en un desesperado intento por sosegar su inquietud.

—Fue la música —se excusó—. El ritmo y la danza me excitaron.

Sus propias palabras le sonaron huecas, sin consistencia. ¡Eran los brazos de Christopher los que la habían enervado! ¡Su voz lo que le había enviado diminutos dardos de placer! ¡Su proximidad lo que le había enardecido los sentidos!

Erienne luchó contra el torbellino de emociones que amenazaba con arrastrarla hacia otro abismo de desesperación. Había un temblor en su pecho que no obedecía las órdenes de su razón, Luego, lentamente, se fue perfilando una imagen más oscura, y los fantasmas se disiparon ante la amenaza de la nueva figura. La desnuda máscara de cuero observaba a la joven con una mirada acusadora.

Erienne sacudió la cabeza y sus ojos se abrieron, mientras buscaban por el cuarto a quien, más de una vez, había encontrado espiándola. Aunque j recámara se hallaba vacía, la joven se puso en pie y comenzó a caminar ansiosamente por toda la habitación. Al parecer, no tenía forma de escapar a su sufrimiento. Cuanto más trataba de encontrar alguna razón lógica que justificara sus sentimientos, tanto más confundida se sentía; hasta que, finalmente, soltó un gemido de impotencia y se quitó la bata para acostarse en la cama. Permaneció allí, inmóvil, dejando que el aire fresco atravesara la delgada tela de su camisón y penetrara en su cuerpo. Sus temblores disminuyeron lentamente, y la serena quietud de la recámara adormeció su mente. Sus párpados se entornaron, a la vez que sus pensamientos comenzaron a vagar, remolineando entre las danzas y los momentos en que los ojos verdes grisáceos la habían tomado prisionera.



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