Una chef real by Caroline Mickelson

Una chef real by Caroline Mickelson

autor:Caroline Mickelson [Caroline Mickelson]
La lengua: eng
Format: epub
editor: Bon Accord Press
publicado: 2021-10-23T00:00:00+00:00


Capítulo ocho

—¿Qué pasa, Luis? —Madison podía ver la indecisión en su mirada. ¿Qué demonios podría haber dicho el chofer para causar semejante cambio en su humor?

—Paparazzi. —Con esa única palabra, expresó tanto frustración como disgusto.

Ella se asomó por delante de él para espiar por la ventanilla polarizada.

—¿No podemos tan solo pasarlos? —No le pasó inadvertido que Luis levantó la mirada y la cruzó con la del chofer por el espejo retrovisor—. De acuerdo, entonces, esa no es tu primera opción. —Golpeteó los dedos en el apoyabrazos mientras pensaba. ¿Habían llegado hasta allí para detenerse ahora? ¿De verdad? Eso no habría pasado si se hubiesen quedado a cenar en el Royal Lodge, pero no parecía ser el momento correcto para señalarlo. Por lo que podía ver, tenían dos opciones: podrían enfrentar la arremetida de los flashes y las cámaras, y caminar rápido para pasarlos. O podían conducir de vuelta al aeropuerto y regresar a Aidinovia. La primera opción era tan atractiva como nadar en aguas infestadas de tiburones. La segunda no era mucho mejor. Se le ocurrió una tercera. Se volvió hacia Luis—. ¿El casino los dejará entrar?

Él sacudió la cabeza.

—No, su equipo de seguridad no permitiría que entraran ni aunque hubiera un bombardeo en la calle.

—Entonces, ¿todo lo que tenemos que hacer es pasarlos? ¿El resto de la noche seguirá como estaba planeada?

—Sí. —Él entrecerró los ojos—. ¿Por qué?

Madison no le respondió directamente. En su lugar, se dirigió al chofer.

—¿Habla inglés?

Él asintió.

—Por supuesto, Madame —respondió en un inglés perfecto.

—Excelente. Esto es lo que creo que debemos hacer: Luis, tú baja e ignora a la prensa hasta que entres al casino.

Él frunció el ceño.

—¿Qué? ¿Quieres que te deje aquí? No.

—Si tu chofer sería tan amable de llevarme hasta la parte trasera, puedo ingresar por la entrada de servicio a la cocina. —Se volvió para mirar al conductor—. ¿Le parece bien?

—Oui, madame, creo que es una idea estupenda. ¿Tiene alguna objeción, Alteza?

Madison observó a Luis mirarla a ella, luego al conductor, después al exterior y de vuelta a ella.

—Mi conciencia no me permite pedirte eso. —Luis maldijo otra vez—. Pero tampoco puedo someterte a lo que hay allí afuera.

—Entonces, intentémoslo a mi modo.

Él estiró la mano para tocarle el hombro.

—No te sientes... cómo se dice... ¿menospreciada por esto?

—No, de hecho, me gusta la idea de evadirlos. Sin mencionar que tengo hambre y, cuanto antes entremos, antes podremos comer.

El chofer rio por lo bajo y, para alivio de Madison, Luis asintió.

—Como desees, Madison. —Para sorpresa de ella, él se inclinó y le rozó la mejilla con un beso—. Gracias por comprender. Te veré adentro. —Le dio unas instrucciones más al chofer, en francés, y luego abrió la puerta lo suficiente para poder bajar.

Madison pestañeó cuando las luces de los flashes invadieron la limusina durante un instante cegador. No imaginaba cuántos fotógrafos había allí afuera, pero se oía como una decena de voces diferentes que llamaban a Luis al unísono. El chofer no se demoró en ponerse en marcha.

—Su Alteza me pidió que condujera por una distancia corta para asegurarnos de que nadie nos sigue antes de dar la vuelta.



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