Un amor imposible by Barbara Cartland

Un amor imposible by Barbara Cartland

autor:Barbara Cartland [Barbara Cartland]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Bantam
publicado: 2016-03-13T12:34:12+00:00


Capítulo 6

¿Como se atreve… a pensar… eso de mí?

Orelia jadeaba por las sacudidas que el marqués le prodigó. Se sentía extremadamente enojada y lo miró furiosa, temblando de rabia.

El marqués le quitó las manos de los hombros, pero seguía cerca de ella, mientras la pistola y los billetes yacían entre ellos.

—¿Qué esperas que piense?

—No espero nada de usted… milord.

—Sin embargo, me dirás por qué fuiste al alojamiento de Wrotham, así tenga que sacarte la verdad a golpes.

Hizo un movimiento con las manos y como ella pensó que la sacudiría de nuevo, instintivamente dio un paso atrás. Luego, con una furia tan grande como la de él, aunque mantuvo la voz baja, le contestó:

—¡Muy bien! ¡Le diré la… verdad! Fui a visitar a ese… amigo suyo porque… violó a una joven… aquí en esta casa… y la dejó encinta.

Durante un momento, el marqués permaneció en silencio y luego estalló furioso:

—¿Y qué diablos tiene eso que ver contigo? Si lo que dices es cierto, mi ama de llaves puede hacerse cargo del asunto.

—¿Y qué supone que hará? ¡Echar a la chica a la calle o mandarla de regreso al campo, donde todos se enterarían de su desgracia!

—¿Y qué otra cosa se podía hacer?

—Ella tenía una solución: estaba dispuesta a echarse al río y destruir al… b… bastardo procreado por su amigo.

—¡Por Dios! No sigas diciendo «su amigo». Hablas como si pensaras que apruebo el comportamiento de Wrotham.

—¡Sin embargo, lo acepta!

—No niego que, ocasionalmente, los hombres se comportan de esa manera. Lo que siento profundamente es que algo tan desagradable haya ocurrido en mi propia casa. Pero ¿no pudo cuidarse mejor la chica?

—¿Realmente se pregunta eso? ¿Cree que una campesina asustada, casi una niña, podía ser capaz de defenderse contra un hombre como sir Mortimer? Le puedo asegurar, milord que la única forma de retener su pureza, hubiera sido armándose, como yo lo hice antes de acercarme a él.

—¿Insinúas que te hizo proposiciones?

—En efecto.

—¡Maldito sea! ¡Lo mataré por eso!

—Le molesta que tratara de acercarse a mí, pero no le indigna que violara a una joven que estaba bajo su protección, porque eso no le preocupa. ¡Sólo puedo pensar, milord, que sus normas de moralidad son muy parecidas a las de sir Mortimer!

—¡Maldición! ¡A mí no se me habla de esa manera! Quiero que sepas, Orelia, que jamás he tomado a una mujer que no estuviera dispuesta y que no me divierto con sirvientas, ni mías ni de otros.

—Entonces, esperemos que en el futuro sir Mortimer no sea invitado a ninguna de sus propiedades, donde pueda estar en contacto con mozas decentes, a pesar de su condición social.

—¡De eso puedes estar segura! Pero déjame decir de nuevo, Orelia, que no debiste comprometerte personalmente en esto. Las damas deben dejar que esos asuntos sean tratados por personas con experiencia.

—¿Por quiénes? ¿Por los sirvientes de confianza que censuran duramente a los de su propia clase? —hizo una pausa—. A lo que usted se refiere, milord, es que las damas de alcurnia deben permanecer alejadas de esos desagradables incidentes.



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