Lady Felicity y el canalla by Sarah MacLean

Lady Felicity y el canalla by Sarah MacLean

autor:Sarah MacLean [MacLean, Sarah]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-06-19T00:00:00+00:00


Capítulo 16

Era tan dulce, embriagadora, deliciosa y suave como el algodón de azúcar que vio años atrás. Ella era pecado… y sexo… y libertad… y placer…, y mucho más y peor, y él se perdió en el contacto de sus labios y en su sabor cuando se abrió a él como si hubiera estado esperándolo toda la vida.

Felicity Faircloth era la perfección, y era la primera vez que Diablo la probaba.

«Sabía a promesa».

Ella suspiró y él gimió, apretándola más contra su cuerpo; enredó los dedos en su cabello mientras que los de ella acariciaban la áspera barba incipiente de su mejilla y sus uñas lo arañaron hasta que le encerró la cabeza entre las manos y la empujó hacia él, como si hubiera estado esperando toda su vida por ese beso y deseara que valiera la pena.

Maldita sea, él quería que valiera la pena.

La rodeó con un brazo, y tiró de ella tan rápido y con tanta fuerza que Felicity tuvo que contener el aliento.

—Quería abrazarte así antes —confesó ella cuando apartó sus labios—, cuando estábamos viendo cómo se desplazaba la carga.

Dios, ¿por qué le estaba diciendo aquello?

Ella se puso de puntillas y apretó su frente contra la de él.

—Quería que me abrazaras así —susurró.

¿Cómo podía resistirse a eso?

Volvió a sus labios, jugando con ellos con gentileza, con suavidad, tentándola con la lengua hasta que la hizo suspirar y abrió la boca para dejarlo entrar, toda dulzura, sedosa calidez, deliciosa promesa. Y entonces Felicity Faircloth la sosa, la solterona, la florero, le devolvió el beso, su lengua buscó la suya y jugó con ella, como un ángel caído.

Como una maldita diosa.

Y él gozó de ello, de su placer, de sus suspiros y gemidos y del escalofrío que la atravesó cuando abrió su abrigo —que en realidad era el de él—, y le puso las manos encima. Ella interrumpió el beso para tomar aire con profundidad.

—Diablo…

—¿Tienes frío? —Maldición, por supuesto que tenía frío. Estaban rodeados de hielo.

—No —respondió ella con un jadeo, y le agarró la camisa hasta apresarla con los puños y acercarle a ella—. No, estoy ardiendo.

Aquello casi le arruinó: era magnífica, una reina en la oscuridad. Abrió las solapas del abrigo mientras Felicity se separaba para observar sus manos sobre ella, sobre ese bonito vestido blanco y rosa que no encajaba en un lugar como el que estaban, un lugar demasiado oscuro, sucio y pecaminoso para ella. Felicity no pertenecía a ese lugar, pero eso no le impidió tocarla.

—Estás ardiendo —le dijo mientras seguía con la mirada el movimiento de sus propias manos, que ascendían por el lateral del corpiño hasta llegar al escote, donde la seda daba paso a una piel imposiblemente suave. La tocó allí, donde se percibía su rápida y fuerte respiración, muestra del placer que estaba sintiendo—. No necesitas lecciones de fuego. Eres una hoguera.

Ella asintió.

—Puedo sentirlo.

Él casi sonrió.

—Bien.

—¿Querrías…? —Ella se interrumpió, vacilante—. ¿Me puedes besar de nuevo?

«Sí. Demonios. Sí».

—¿Dónde?

Felicity abrió mucho los ojos.

—¿Dónde?

—¿Te enseño dónde más te puede gustar?

Sus labios se curvaron en una magnífica sonrisa.



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