Momentos de magia by Barbara Cartland

Momentos de magia by Barbara Cartland

autor:Barbara Cartland
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 1995-03-31T22:00:00+00:00


Capítulo 5

Esa noche, después de la cena, Pierre y Alice bailaron con la música del gramófono.

El duque, sin embargo, argumentó que no tenía los discos adecuados.

—Estoy haciendo planes para mañana —comentó poco antes que se fueran a la cama—. Y tengo una idea que creo que todos ustedes disfrutarán.

Lo miraron con gran atención y él continuó diciendo:

—Ante todo, no cabalgaremos antes del desayuno, lo cual siempre resulta cansado, sino en la mañana. Inmediatamente después del almuerzo, quiero mostrarles mi lancha de motor que creo es única.

—Eso me encantaría —declaró Lencia.

—Me temo que Alice se sienta un poco desilusionada —continuó el duque—, pero le prometo que al día siguiente visitaremos cuando menos tres châteaux, que la harán feliz por mucho tiempo.

—Será emocionante ver tres —contestó Alice—, aunque mañana será un día casi desperdiciado.

Todos se rieron de ella por decir eso y el duque añadió:

—Tal vez, Alice, me perdonará cuando le diga que para mañana en la noche he hecho arreglos para que alguien venga a tocar música viva, con la que podamos bailar.

Alice aplaudió.

—¡Un baile para nosotros solos! —exclamó.

—Exactamente —asintió el duque—. Sólo un pequeño baile para usted y para mí. Y esperamos que el resto del grupo lo disfrute.

Alice se acercó a él, e impulsivamente y sin pensar apoyó su mejilla contra el hombro de él.

—Es usted tan bondadoso —dijo—, que no sé cómo agradecérselo.

—Las dos pueden darme las gracias poniéndose muy hermosas mañana en la noche —comentó el duque.

Cuando subieron a acostarse, Alice hablaba llena de excitación sobre la experiencia de bailar con lo que el duque había llamado música viva.

Había olvidado que no vería por un día sus bienamados castillos.

A Lencia le resultó agradable levantarse un poco más tarde al día siguiente.

Bajó a desayunar ya con su traje de montar.

—Hay mucho de mi finca que me gustaría mostrarles —indicó el duque cuando se levantaron de la mesa—. Creo que a ambas les gustará. Si Alice tiene suerte, hasta es posible que veamos un jabalí.

Se dispusieron a iniciar lo que sería una larga cabalgata.

Lencia pensó que el duque subestimaba la belleza de su propiedad, que a ella la dejó casi sin aliento.

Los bosques, las tierras de pastura y los panoramas en general eran más hermosos que cualquier campiña que hubiera ella visto o imaginado antes.

—Este lugar es como de cuento de hadas —comentó al duque—, y creo que usted es muy afortunado de vivir en él.

—Eso es lo que yo mismo pienso —respondió—, y por lo que trato de que mi castillo sea tan perfecto como es posible.

—He estado viendo sus tesoros y puedo entender cuánto significan para usted.

—La mayor parte de ellos son bellos, como usted. No me gustaría perderlos, como creo que un hombre que la poseyera a usted se volvería loco de desesperación si la perdiera.

Estaba coqueteando de nuevo con ella.

Al mismo tiempo, Lencia sintió que hablaba con una sinceridad que resultaba difícil pasar por alto.

Trató de cambiar de tema, pero el duque insistió:

—Me preguntaba si hay algo que usted no haga bien: monta mejor que



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