Te llamaré muerto by José de Cora

Te llamaré muerto by José de Cora

autor:José de Cora [Cora, José de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2017-12-31T16:00:00+00:00


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8 días, 10 meses y 18 años antes / Dídica Manteiga Sollóns, señora de Portela; la Pekinesa

Agostiño de Tomasa sale por la cancela sur de Desamparados cuando la Pekinesa todavía no ha abandonado la cama. Ha sido un bravo combate de carnes entrechocadas hasta desfallecer, al gusto de la señora, que lo exige y lo reclama sin disculpas ni demoras. Ella le ha adiestrado durante semanas en cómo debe moverse y él tiene el brío requerido para cumplir las enseñanzas sin tacha.

Pero ahora que su invencible gladiador se retira para juntarse con los mozos de su edad en otras francachelas, la mujer se abandona al descanso en cama ajena sin reparar que por las mismas escaleras sube alguien con el que no cuenta en esta cita.

La señora de Portela sólo se apercibe cuando un hombre llega al aposento, abre la puerta y se da de bruces con ella, todavía desnuda en la cama.

—¡Elisardo! ¿Qué haces aquí?

—Disculpe la señora. Yo no sabía…

—No sabías, pero ya sabes todo.

—¡Así me sane Dios que mis labios están sellados! Nada vi, ni nada sé. La señora puede estar tranquila —dice azorado—. Elisardo será una tumba.

Dídica se incorpora de rodillas sobre la piltra y deja sus pechos a la vista del recién llegado. La mujer se ha erguido con las sábanas entre las manos para taparse el pubis; sin embargo, cuando el babieca oficial de Anllóns más embobado está con la visión, las suelta y la tela la descubre por completo.

—Así que tú también frecuentas la casa de Desamparados. ¿Y quién es la afortunada?

—Es Paquiña, señora. La Paca Toribio —dice Elisardo sin titubeos, atrapado por la desnudez de la Pekinesa, una imagen con la que ensueña para sus masturbaciones desde que las descubre.

—¡Vaya, vaya! ¡La rival de la maestra de Cospindo! Si tú te has llevado una sorpresa, yo me la llevo mayor. ¿Así que Paquiña te paga para que la achuches? ¿Eres bueno en la cama, Elisardo? ¿Eres buen jinete?

—Señora, nada diré. Y yo le ruego, si no es mucho pedir, ya sabe…

—Anda, ven; no seas tan lelo como dicen por ahí. Probemos en qué se entretiene la mosca muerta de Paquiña.

—Señora, la Paca va a llegar ahora y quizás a usted…

—No te inquietes, yo también sé acabar a matacaballo. ¿Cómo decís vosotros? ¿Un mete-saca?

—Sí, señora. Eso dicen, que yo no.

La Pekinesa despliega sus armas de irresistible seducción y engulle al muchacho entre las sábanas sin que él se resista, antes al contrario, pronto está bien preparado para darse un festín que jamás podría haber imaginado. No son necesarios prolegómenos para que la señora saboree nuevas mieles, y casi sin tiempo de darse cuenta, salta de la cama y a toda prisa se viste su uniforme del amor y marcha a lomos de su fiel yegua Parda.

—Me gustas, Elisardo. Te llamaré alguna tarde.

—Sí, señora. Usted también me gusta.

—No seas idiota, gañán.



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