Te conozco desde siempre by Reyes de Miguel

Te conozco desde siempre by Reyes de Miguel

autor:Reyes de Miguel [Miguel, Reyes de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-04-01T00:00:00+00:00


* * *

Fue consciente del momento exacto en que Emma entró al salón. No era un fenómeno nuevo, pero aquella noche le resultó especialmente molesto, porque debido a eso también fue consciente de que no había sido el único en darse cuenta, y presenció con todo lujo de detalles la forma en que Crane se disculpó con sus acompañantes y acudió presto a ofrecerle su brazo antes de que ningún otro pudiera adelantarse. Tampoco era como si alguien fuera a intentarlo: la noche anterior había marcado tanto el territorio que solo habría sido más evidente si se hubiera frotado contra ella para impregnarla con su olor.

Se había arreglado para Crane. Y lo había hecho a conciencia. Tal vez lo más sabio fuera mantenerse alejado de ella el resto de la noche: ya había hecho bastante el ridículo por un día.

—Fíjate —señaló su madre, como si fuera necesario. También se había percatado de la entrada de Emma en el salón y la miraba con aprobación⁠—. Parece que la señorita Atherton por fin se ha decidido a ponerse en marcha. Empezaba a pensar que también dejaría pasar esta oportunidad, pero la esperanza florece donde una menos lo espera.

—Sí —respondió, seco—. Eso parece.

—Está muy guapa.

—Sí. Sí que lo está.

—Ha tenido que esforzarse un poco, claro. No todas las mujeres son bendecidas con una belleza natural como la de tu hermana. —⁠Tuvo la gentileza de no mencionar el gran parecido que había entre Helen y ella, pero el mensaje había quedado claro⁠—. Ha hecho bien en perder un poco de peso: le aporta ese aspecto delicado que algunas no consiguen nunca.

—Claro. ¿Quién quiere parecer saludable y enérgico cuando puede tener un aspecto frágil y mustio?

—El vigor es atractivo en un hombre. En la mujer, apaga la feminidad y la hace parecer tosca y ordinaria. Y nadie quiere eso, querido.

—Tu concepto de nadie y el mío difieren ligeramente.

Lady Hardwick suspiró con teatralidad y, cuando volvió a hablar, lo hizo en voz tan baja que John tuvo que inclinarse un poco para escucharla.

—Sí, ya sé que para ciertas personas puede ser… distinto. Pero no deberías airearlo con tanta despreocupación.

—¿Qué? ¿A qué te refieres?

Su madre le dirigió una mirada de reojo que se le podría haber clavado de tan afilada.

—Sabes muy bien a qué me refiero. Dejémoslo estar. Te he dicho muchas veces que no me gusta hablar de ello.

Ah… Bien. Se refería a eso. Otra vez. Bueno, en esa ocasión se había superado. Había aguantado casi un año entero sin sacar el tema. Porque, a pesar de que siempre que lo mencionaba insistía en lo poco que le gustaba hablar de ello, no dejaba de encontrar oportunidades para volver una y otra vez con la misma queja. Una queja que tenía su origen en algún momento indeterminado de la infancia de John en el que, aunque él no era del todo consciente de por qué, su padre había llegado a la conclusión de que su hijo mediano no se ajustaba a los parámetros de lo que un hombre debía ser.



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