Sushi para principiantes by Marian Keyes

Sushi para principiantes by Marian Keyes

autor:Marian Keyes [Keyes, Marian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2000-01-01T00:00:00+00:00


33

Unas manos blandas y rechonchas le acariciaban la cara... Inmersa en un dulce duermevela,

Clodagh se deleitó con el calor de las manos de Molly recorriendo su sensible y flexible cutis. Tumbada sobre el pecho de Clodagh, Molly paseaba sus tiernos y pegajosos deditos por la barbilla de su madre, por sus mejillas, por su nariz, su frente y... ¡Ay! Clodagh vio las estrellas.

–¡Me has dado un puñetazo en el ojo, Molly! –gritó, aturdida tras aquel despertar tan brusco.

–Mami se ha despertado –dijo Molly fingiendo sorpresa.

–Pues claro que se ha despertado. –Clodagh se tapó con la mano el ojo dolorido, del que empezaban a salir lágrimas a chorro–. La gente suele hacerlo cuando le pegan un tortazo en el ojo.

Se quitó a Molly de encima, se levantó de la cama y fue hasta el espejo para comprobar los daños. Hoy tenía que estar impecable porque tenía una cita en una agencia de colocación.

Una mitad de su cara estaba normal, y la otra componía un desastre de lágrimas y un ojo inyectado en sangre. Maldita sea. Entonces reparó en el montón de ropa que había en la silla, y emprendió el habitual frenesí de recoger y guardar previo a las visitas de Flor.

–¡Vístete, Craig! –gritó–. Date prisa, Molly, ponte la ropa. Flor no tardará en llegar.

Bajó la escalera a toda prisa, y se enfrentó al desayuno, que como siempre era zona de guerra.

–¡No quiero All–Bran! –gritaba Craig a pleno pulmón–. ¡Quiero Coco Pops!

–No te daré Coco Pops hasta que no termines el All–Bran –dijo Clodagh, creando la ilusión de que aquella vez su hijo la obedecería.

La compra semanal de Clodagh incluía unos paquetes de seis cajas de cereales variados; los Sugar–Puffs y los Coco Pops se terminaban enseguida, mientras que los otros, más insípidos, como el All–Bran, se acumulaban en los armarios de la cocina sin que nadie les hiciera caso. Clodagh intentaba resistirse a abrir otro paquete hasta que no se hubieran terminado los que nadie quería. Y siempre acababa cediendo. Sobre todo hoy, porque hoy el tiempo tenía fundamental importancia. Rompió el celofán de un paquete nuevo de seis cajas y le puso los Coco Pops delante a Craig. A continuación, y todavía en camisón, salió de la casa y fue corriendo hasta el coche, de donde sacó varias bolsas escondidas en el maletero. Solía hacerlo cuando se compraba ropa nueva. Aunque Dylan nunca ponía reparos a que su mujer se gastara dinero en ropa, ella se sentía culpable.

Sin embargo, aquella vez era diferente. Dylan había tenido que trabajar el lunes festivo, y Clodagh había dejado a los niños con su artrítica madre y había salido a gastar. Las bolsas con que entró en casa contenían ropa juvenil y divertida, una ropa que ella no estaba del todo segura de poder ponerse. También se había comprado un traje con motivo de su visita a la agencia de colocación (de lo cual Dylan seguía sin saber nada). Clodagh no sabía por qué no se lo había dicho, pero tenía una vaga e imprecisa sospecha de que a él no le habría gustado.



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