Stranger Things. A oscuras en la ciudad by Adam Christopher

Stranger Things. A oscuras en la ciudad by Adam Christopher

autor:Adam Christopher [Christopher, Adam]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: S2
ISBN: 9788401023279
editor: Penguin Random House
publicado: 2019-05-14T05:00:00+00:00


22

Nido de Víboras

8 DE JULIO DE 1977

Sur del Bronx, Nueva York

Si acaso, el resto del trayecto hacia el norte fue hasta más ruidoso que la parte anterior. Hasta arriba de adrenalina, los chicos de la parte trasera de la ranchera se pusieron a hablar deprisa y a comentar lo que acababan de hacer. A Hopper le costaba seguirlos, porque conversaban en una mezcla de jergas callejeras que le era al mismo tiempo ajena y demasiado rápida para empezar a comprenderla siquiera. Sentía náuseas y frío y, cuando movía la cabeza, el mundo parecía desplazarse a una velocidad distinta a la de su propio cuerpo.

Hopper cerró los ojos. Sentía el cuero agrietado por debajo, la cadera de Martha contra la suya, la pierna de Leroy moviéndose al accionar el acelerador de la ranchera, que ahora iba completamente cargada. Hopper no sabía cómo habían logrado meterlo todo, pero el vehículo había pasado a sonar tan enfermo y cansado como él se sentía, el estertor del motor reemplazado por un gruñido profundo y hueco que sin duda presagiaba el final del camino para aquel ejemplar concreto de la ingeniería de General Motors.

—Eh, eh, atento, atento —dijo Leroy.

Hopper abrió los ojos de golpe y miró al conductor. Mientras el coche frenaba, Leroy levantó un dedo del volante y señaló por el parabrisas.

Habían entrado en el Bronx hacía solo unos minutos, según la estimación de Hopper. Acababan de meterse en una especie de callejón. Por tres lados los rodeaban paredes altas y lisas, y delante de ellos había una construcción grande y anodina con un portón doble. Mientras las luces de la ranchera escalaban por los portones, se abrió un portillo más pequeño de tamaño normal a un lado, por el que salieron dos hombres. El de delante hizo un gesto al vehículo y ambos fueron hacia los portones. Accionaron las aparatosas palancas del mecanismo de apertura y empujaron las puertas hacia dentro. Cuando hubo espacio suficiente para pasar, Leroy metió la ranchera.

Era un almacén, cavernoso y ni por asomo vacío. La ranchera pasó entre contenedores, varios de ellos apilados en dos alturas, alrededor de los cuales había montones más pequeños de cajas, algunas a la vista y otras tapadas con gruesas lonas. Más al fondo, Hopper vio una hilera de motocicletas de cross, picudas y casi esqueléticas, aparcadas contra una pared. Allí dentro también había más coches y, al lado de ellos, un enorme camión de plataforma, cubierto con más lona que ocultaba algo grande y anguloso.

Leroy detuvo el coche al final de la hilera. Por delante de ellos, en la esquina del almacén, se había establecido una especie de zona social, que bullía de actividad. Brotaban llamas de cuatro barriles de petróleo, alrededor de los cuales se extendía una colección de muebles: sofás y butacas, algunos todavía envueltos en plástico. También había mesas, pufs, sillas plegables y otras más elegantes que podrían haber salido de la mansión del gobernador.

En el momento en que el vehículo estuvo parado, se vieron rodeados de gente que abrió las puertas y el maletero para empezar a descargar.



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