Si yo me pierdo by Víctor Amela

Si yo me pierdo by Víctor Amela

autor:Víctor Amela [Amela, Víctor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Biografía
editor: ePubLibre
publicado: 2022-10-01T00:00:00+00:00


* * *

Las copas del Floridita espolvorean estrellas en las mejillas de los tres amigos al llegar a Virtudes con Consulado. ¡Teatro Alhambra! Huele a melaza de caña, a noche caliente. SOLO PARA HOMBRES, reza un cartel junto a la entrada. Cardoza y Federico ya han venido antes al show bufo, vodevilesco, satírico, burlesco, erótico y popular: alhambresco.

—Ahí sale el maricón…

Salazar se asombra del torrente de procacidades, sarcasmos, críticas a políticos machadistas, ocurrencias, picardías y obscenidades que se suceden sobre el escenario.

—Ahí sale el gallego…

Qué vocerío a cuento de diálogos sicalípticos y faltones entre reconocibles personajes.

—Ahí está el policía…

—Y esa es la mulata…

La mulata de carnalísima presencia. El policía, un idiota del que todos se burlan. El negrito cubano que engaña a todos como nadie. El gallego, un engreído merecedor de engaño. El maricón, que da risa. El chino…

—Ese negrito, que habla a base de silbidos…

Los afilados diálogos son acotados a pleno pulmón por el público, y los cómicos repentizan para replicar al respetable. Acaban actores y público —ya en pie sobre sus asientos— en una rumba colectiva con coro y cuerpo de baile, lentejuelas…

—Mira, el melitar, ¡qué peleón!

—Y el guajiro, ¡pobre ingenuo!

Federico ríe hasta las lágrimas al ver cruzar el escenario a un cómico enfundado en la armadura de Carlos V a son de conga, y a otros envueltos en harapos profiriendo barbaridades políticas y sexuales. A Federico le maravilla no haber visto dos representaciones iguales, así como la jerga criolla, guacalito de palabras isleñas y catauro de cubanismos, como dice Fernando Ortiz, su insigne valedor cubano. Es un español rejuvenecido, sonoro, sorprendente.

—Amigos míos —anuncia un Federico entusiasmado a la salida del Alhambra—, estoy escribiendo una obra de teatro en la que hay caballos en escena y una lluvia de guantes, y…

—¡Federico! ¡Hola, aquí!

Flor Loynaz saluda a Federico al volante de su Ford de 1930 descubierto, bañera de ónix ambulante. La mirada de Flor —franciscana y animista— insufla alma a las hormigas de su jardín y a su automóvil, al que dedica versos y llama «mi Bovina»:



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