Sherrilyn Kenyon [Cazadores Oscuros by Sherrilyn Kenyon

Sherrilyn Kenyon [Cazadores Oscuros by Sherrilyn Kenyon

autor:Sherrilyn Kenyon
La lengua: spa
Format: mobi
editor: eBooks Xibalba
publicado: 2016-07-29T06:00:00+00:00


Amanda despertó con un grito, alarmada al sentir el dolor que le atravesaba el brazo. Se sentó y se agarró la muñeca para asegurarse de que todo había sido un sueño.

Estudió atentamente el brazo mientras lo frotaba. No había ninguna herida pero…

El sueño había sido real. Lo sabía.

Empujada por una fuerza que no acababa de entender, salió de su habitación en busca de Kirian. Estaba a punto de amanecer y todo estaba a oscuras, pero atravesó la casa a la carrera, subió la escalera de caoba y atravesó un largo pasillo. Siguiendo sus instintos, se acercó a unas puertas dobles situadas en el ala oeste.

Sin dudarlo, las abrió y entró en una habitación dos veces más amplia que la suya. Junto a la antigua cama con dosel había una vela encendida que proyectaba sombras extrañas sobre la pared. Las cortinas doradas y marrones estaban retiradas y sujetas a los postes, de modo que tan solo unos diáfanos visillos de color crema protegían el lecho. A través de ellos, veía a Hunter removiéndose entre las sábanas rojizas, como si estuviera atrapado en medio de la misma pesadilla de la que ella había sido testigo.

Con el corazón en un puño, corrió hacia la cama.

Kirian se despertó en el mismo instante en que sintió la mano de Amanda, tibia y suave, sobre el pecho. Abrió los ojos y la encontró sentada a su lado, con los ojos oscurecidos por el horror mientras lo examinaba con el ceño fruncido.

Él también frunció el ceño al sentir que sus manos le recorrían el pecho. Era como si en realidad no pudiese verlo, como si se encontrara en una especie de trance.

Yació en completo silencio, atónito por su presencia.

Amanda apartó la sábana de seda que lo cubría y tocó la cicatriz que tenía en el vientre, justo al lado izquierdo del ombligo.

—Te clavó la daga aquí —susurró al tiempo que le acariciaba la delgada cicatriz.

Al instante, cogió sus muñecas y trazó con ternura las líneas blanquecinas que las cruzaban.

—Te hundieron los clavos aquí y aquí.

Le sujetó las manos y pasó el pulgar sobre la punta de los dedos.

—Te arrancaron las uñas.

Estiró el brazo y le acarició la áspera mejilla con la palma de la mano. En sus ojos se leían miles de emociones y esas profundidades de azul cristalino estaban dejando a Kirian sin aliento.

Ninguna mujer lo había mirado así jamás.

—Mi pobre Hunter —murmuró.

Las lágrimas le bañaban las mejillas y, antes de que Kirian intuyera lo que iba a hacer, apartó la sábana por completo y lo dejó desnudo, expuesto a su escrutinio. Su miembro respondió al instante, endureciéndose y palpitando ante la preocupación que ella demostraba.

Amanda le tocó el muslo que Valerio había marcado con el hierro candente.

—¡Dios mío! —jadeó mientras sus dedos trazaban la piel rugosa—. Era real. Te lo hicieron de verdad… —Lo miró con los ojos bañados en lágrimas—. Te vi. ¡Te sentí!

Kirian la miró con el ceño aún más fruncido. ¿Cómo era posible?

Había estado soñando con su ejecución hasta que ella lo había despertado.



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