Sherlock Holmes 1--Estudio en escarlata by Sir Arthur Conan Doyle

Sherlock Holmes 1--Estudio en escarlata by Sir Arthur Conan Doyle

autor:Sir Arthur Conan Doyle [Conan Doyle, Arthur]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Literatura juvenil
ISBN: 9788427220072
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2019-10-15T00:00:00+00:00


—Me llamo John Ferrier —explicó el caminante—. Esta niña pequeña y yo somos los únicos supervivientes de un grupo de veinte personas. El resto de ellos murieron de hambre y de sed.

—¿Es hija suya? —le preguntaron.

—¡La considero como tal, ya que yo la he salvado! A partir de hoy se llamara Lucy Ferrier y nadie podrá quitármela jamás. Pero ¿quiénes sois vosotros? —interrogó el caminante examinando con curiosidad a sus fornidos rescatadores—. Sois un grupo muy numeroso.

—Somos los elegidos del Ángel Merona y nos llamamos los hijos de Dios perseguidos. Nuestra comunidad la forman cerca de diez mil personas.

—Nunca oí hablar de vosotros —comentó John.

—Somos los que creen en las Sagradas Escrituras. Procedemos del estado de Illinois, lugar en el que habíamos fundado nuestro templo. Buscamos un refugio que nos proteja y nos ponga a salvo de personas violentas e impías. Confiamos plenamente en Él y aceptaremos el lugar que nos haya destinado, aunque sea en el corazón de este desierto.

—Vosotros sois los mormones —afirmo convencido John Ferrier—. ¿Hacia dónde vais?

—Sí, somos los mormones —contestaron a coro los dos hombres—. Todavía no sabemos adónde nos dirigimos. Nos guía la mano de Dios bajo la persona de nuestro profeta. Tú y la niña debéis venir con nosotros y Él nos dirá lo que debemos hacer contigo.

Cuando llegaron al pie del collado, la muchedumbre les rodeó y se despertó la misericordia en sus corazones ante los pocos años de la pequeña y la miseria de aquel hombre. La pareja y sus rescatadores no se detuvieron y avanzaron hasta la carreta que se distinguía por su volumen, por su color chillón y por su elegancia. Tiraba de ella seis caballos, mientras que las demás solo estaban tiradas por uno o dos animales. Junto al carretero había un hombre, de no más de treinta años, pero que por su expresión se intuía que era el líder de toda aquella multitud. Estaba leyendo un libro grueso de tapas de color pardo que dejó a un lado cuando vio la gente que se le acercaba. A continuación, se dirigió a los perdidos.

—Si hemos de aceptaros entre nosotros, os debéis convertir a nuestra fe. No toleraremos impíos en nuestro pueblo. ¿Estáis dispuestos a aceptar esta condición? —anunció con voz firme.

—Iremos con vosotros y aceptaremos cualquier condición —respondió Ferrier poniendo énfasis en sus palabras.

Algunos de los presentes esbozaron una sonrisa. Solo el jefe mantuvo una expresión dura e imponente.

—Hermano Stangerson, llevaos a este hombre y a la niña —ordenó—. Dadles de comer y de beber. Encargaos también de enseñarles nuestra fe. Y ahora, reanudemos la marcha hacia Sión. Ya nos hemos retrasado demasiado.

—¡Adelante, adelante hacia Sión! —gritó la muchedumbre de mormones.

Y las palabras corrieron como una ola a lo largo de toda la caravana, pasando de boca en boca hasta que desaparecieron en la lejanía. Las galeras y los carros volvieron a ponerse en movimiento y la caravana entera reanudó la marcha. El anciano, a cuyo cuidado habían sido puestos el caminante y la niña, los llevó hasta su propia carreta, en la que les esperaba la comida.



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