Seduciendo a lord Cavendish (Los secretos de los aristócratas 5) by Marian Arpa

Seduciendo a lord Cavendish (Los secretos de los aristócratas 5) by Marian Arpa

autor:Marian Arpa
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2022-04-07T09:35:10+00:00


***

Amery subió al piso de arriba y llamó a la puerta.

—Soy yo, todo ha terminado. —La posadera ya lo sabía, había estado observando por detrás de las cortinas. Abrió la puerta—. ¿Ha despertado? —preguntó mirando hacia el bulto de la cama.

—No, parece exhausta, le he tocado la frente por si tenía fiebre y está fresca.

—Gracias, ¿puede subirme el desayuno? No quiero dejarla sola, cuando despierte estará muy asustada.

—Desde luego, caballero.

En cuanto la mujer cerró la puerta, Amery se sacó el abrigo y puso un leño al fuego reavivando las brasas. Se sentó al lado de Dafne y le acarició la cara; ella, al notarlo, se removió como alejándose de él.

—Sh, cariño, todo ha terminado —susurraba—. Estás a salvo.

Ella pareció reaccionar a su voz y se aquietó.

Dafne había oído el tono masculino y creyó que estaba soñando. No podía ser. Se puso en guardia, por lo que podía sentir estaba en una cama, ¿es que ese monstruo quería tener su noche de bodas antes de que se celebrase el enlace? Iba a luchar con uñas y dientes. No abría los ojos para que él no se diera cuenta de que estaba despierta. Notaba que la había desatado, se dio la vuelta de espaldas a él, tenía que encontrar algo con lo que defenderse. Abrió un resquicio los ojos y vio que la habitación estaba perfectamente amueblada. Ante sus ojos había una mesita con varias velas, no le servían de nada. Más allá vio una silla con un abrigo de caballero encima, le serviría; cuando se distrajese un solo instante le sería suficiente para rompérsela en la cabeza.

Unos golpecitos en la puerta la pusieron en alerta.

—Su desayuno, señor. He añadido leche para la señora.

—Gracias, es posible que nos quedemos aquí hasta mañana. Necesita reponerse y descansar.

—No hay problema.

La puerta volvió a cerrarse y la habitación se llenó con el aroma de las viandas que habían llevado. Sus tripas rugieron y se puso la mano encima del vientre, pretendiendo acallar aquel sonido que a ella le había parecido exagerado. Seguro que él también lo había escuchado.

Por los ruidos supuso que el hombre se había sentado a una mesa a comer. Con sigilo, Dafne se movió hacia el lado de la cama para salir. Al no girarse no vio que él estaba sentado de cara a ella. Saltó de la cama y en un momento tenía entre sus manos la silla para estrellarla contra la cabeza del hombre.

Amery se levantó al verla, y se sorprendió al advertir que elevaba la silla para atacarlo.

—¡Mi amor!

Dafne se quedó paralizada, estaba teniendo alucinaciones, el que tenía delante era lord Cavendish, no podía romperle la cabeza. Sus brazos perdieron toda la fuerza, la silla le cayó por la espalda y sus rodillas no la sostuvieron.

Amery se lanzó hacia ella y evitó que tocara el suelo. La sostuvo entre sus brazos cuando ella fue asaltada por un llanto desesperado.

—Cariño, todo pasó. Nadie va a hacerte daño —susurraba contra sus cabellos.

Ella se separó de él y lo miró con los ojos cuajados de lágrimas.



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