Sangre De Barro by Maribel Medina

Sangre De Barro by Maribel Medina

autor:Maribel Medina [Medina, Maribel]
Format: epub
Tags: detective
editor: www.papyrefb2.net


-Me gusta tu casa -dijo Thomas.

-Y a mí -respondió Laura.

Estaba contenta. Al día siguiente comenzaba con su primera dosis de hormonas y cada vez que se acordaba le daba por sonreír. Thomas estaba ocupado aliñando la ensalada. Cualquier mujer se sentiría atraída por él a primera vista. Era alto, guapo, conservaba todo el pelo en la cabeza y tenía un bonito hoyuelo en la barbilla. Observó sus hombros anchos y los músculos de sus brazos, que se movían conforme daba vueltas a la ensalada. Pensó que seguramente era de esos que te levantan en el aire y te hacen el amor contra la pared. Soltó una carcajada; definitivamente, llevaba mucho tiempo sin acostarse con un hombre.

-¿Qué es tan gracioso? -preguntó él.

Si tú supieras..., pensó Laura mordiéndose el labio inferior, pero dijo:

-¡Oh, nada! He recordado un chiste que han contado esta tarde en la sala de autopsias.

-Compártelo, ¿no? -dijo él, y colocó la ensaladera en el centro de la mesa.

Laura tuvo que pensar con rapidez para acordarse de alguno.

-Primero tengo que dejar claro que no sé contar chistes. No tengo gracia, pero bueno, allá va. Están dos amigos en el monte cazando, cuando uno de ellos tiene un accidente. El otro, asustado, llama al teléfono de Urgencias. Le responde una señorita. El cazador le cuenta que su amigo está muy mal, que no se mueve. La mujer le dice que se asegure de que está muerto. De repente, se oye un disparo y al instante el cazador le dice: ya está, y ahora, ¿qué?

Thomas se rio con ganas.

-El chiste es bueno y la que lo ha contado, no comment.

Durante la cena, Thomas le puso al día de su investigación. Le habló de la conversación con el señor Petrov, con Janik y con Blanc, el conserje.

-Ese Blanc es un tipo extraño. Esta tarde, después de estar con el amigo de Irina, he ido a verlo y me ha contado cosas muy raras acerca del diablo y las muertes. Lo mismo que la otra vez. Cuando le he preguntado por qué cerró la puerta de la habitación de Irina, me ha dicho que para espantar a los moscones y que, una vez dentro, rezó por su alma. Creo que es un pobre viejo un poco loco. ¿Qué opinas del poema?

-Bueno, el final da un poco de repelús. Esa frase, «Ahora que estás muerta lo siento», no sé... Creo que quien lo escribió o sabía que iba a morir o la encontró muerta y lo dejó en su cuarto.

Thomas se echó más patatas y carne. Laura no quiso repetir.

-Oye, qué rico está este plato, y las verduras asadas ni te cuento -dijo Thomas.

-Muy amable, me gusta cocinar.

En cuanto lo dijo, Laura se arrepintió. ¿Qué le costaba decirle que odiaba cocinar? En su subconsciente, debía de tener grabado lo que decía su madre de que al hombre se le conquistaba por el estómago. Pero a ella no le interesaba Thomas.



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