Revolucionarios by Joshua Furst

autor:Joshua Furst [Furst, Joshua]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2019-08-31T16:00:00+00:00

Ella no sabía nunca cuándo le iban a llegar estas cartas. Recibía seis en la misma semana, dos meses enteros de conversaciones unilaterales llenas de detalles minuciosos sobre las obsesiones de Lenny. Luego se pasaba unos cuantos meses más sin recibir noticias suyas y empezaba a preguntarse si estaría en peligro, si lo habrían encontrado y si habría tenido que volver a cambiarse el color del pelo y subirse a otro autobús rumbo a ninguna parte.

Aquí tengo otra:

Luna:

Anoche tuve un sueño. Nos encontrábamos los dos en un barco. Un bote minúsculo que apenas parecía estar en condiciones de navegar. En la lógica de mi sueño, se convertía en un yate de lujo en cuanto embarcábamos. La belleza del mar en un día tranquilo y soleado. Nos balanceábamos. Flotábamos. Mar adentro. Y en este sueño nos rodeaba una sensación de paz tremenda y radiante. Estábamos sentados en una manta extendida sobre la cubierta, comiendo manzanas recién cortadas y queso bañado en miel. Pan frito caliente y esponjoso como el que solíamos comer en el Curry Tandoor. Vagueábamos y dormitábamos y follábamos… ¡Ay, cómo follábamos! El balanceo del barco. El movimiento de nuestras caderas. La olas besando el casco del barco. Estábamos en sintonía con el mar y con la tierra y con el universo. Sexo cósmico. Eso es lo que era. También andaba por allí el chaval. Con ese gesto serio que a veces pone. Sentado en la proa, mirando el horizonte a través de un periscopio dorado. Sin moverse. Guiándonos hacia tierra firme. Hacia un refugio seguro. Yo qué sé. Nuestro rumbo resultaba bastante incierto. Lo único que tenía claro era que nosotros —tú y yo— estábamos en sus manos y que ambos sabíamos, con esa certeza profunda a la que uno accede en los sueños, que nos estaba conduciendo a un lugar mejor que el que habíamos dejado atrás. Flotamos así durante mucho tiempo. Empezó a chispear. Una llovizna entre los rayos del sol. Y entonces el chaval gritó: «¡Tierra a la vista!», y seguimos a las gaviotas hasta una cabeza de playa que no habíamos visto jamás.

Me desperté despacio, sin querer marcharme, con la sensación de que podía escoger entre aquel mundo y este. Pero, claro está, no puedo hacerlo.

Al final me encontré aquí otra vez, parpadeando en el sofá del sótano húmedo y frío del piso franco donde vivo ahora. Casi sin poder reconocerme.

Llevo todo el día pensando en ese sueño. ¿Es esto lo que llaman un sueño escapista? Porque a mí me parece más un espejismo de lo que podría, debería, tendría que haber sido. Como si la verdad fuera que tú y el chaval estáis en ese bote sin mí, navegando hacia nuevas fronteras que yo no veré jamás.

Me estoy perdiendo tantas cosas.

Escríbeme.

SOL

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