Raros como yo by Juan Manuel de Prada

Raros como yo by Juan Manuel de Prada

autor:Juan Manuel de Prada [Prada, Juan Manuel de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Comunicación
editor: ePubLibre
publicado: 2023-11-02T00:00:00+00:00


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Cuando Leonardo Castellani regresa a la Argentina en 1935, después de una larga estancia en Europa, todo parece indicar que el triunfo (o siquiera lo que las pompas mundanas entienden por triunfo) lo va a acompañar de por vida. Ha recibido en 1930 la ordenación sacerdotal de manos del cardenal Marchetti Selvaggiani. Ha publicado en 1931 su primer libro, Camperas, una colectánea de fábulas llenas de donaire y agudeza literaria. Ha aprobado en Roma el examen ad gradum de Filosofía y Teología, y viajado a Francia para hacer el segundo noviciado o «tercera probación», como lo llaman en la Compañía de Jesús. Ha estudiado Psicología en la Sorbona, donde ha frecuentado a los sabios más encumbrados del momento, empezando por Jacques Maritain, a quien siempre tributará reconocimiento (aunque con el tiempo llegue a disentir sin tapujos de algunas de sus tesis). Es, para entonces, un jesuita descollante, dotado de una erudición ecuménica, de una perspicacia afiladísima, de un talento literario descomunal, de una sensibilidad poética en ascuas, de una fe acérrima y anhelante de explicarse ante Dios y ante los hombres. Es, en fin, un hombre preñado de dones que parece dispuesto a inundar el mundo con su genio en avalancha.

Apenas doce años después, Leonardo Castellani ha cumplido en parte aquellas expectativas, pues ha dado a la prensa un puñado de libros (crítica literaria, poemas, cuentos policiales, artículos, ensayos filosóficos, etcétera) que confirman el aprovechamiento de sus plurales talentos. Pero también, como consecuencia de su difícil carácter y de las animadversiones que ha cultivado, ha sido desterrado a Manresa, donde padecerá la etapa más aciaga de su vida, que se remata con su expulsión de la Compañía de Jesús en 1949. Con cincuenta años recién cumplidos (la mitad de los cuales han estado consagrados a la vida religiosa), Castellani se ve solo e infamado, impedido para celebrar misa, apartado del ministerio sacerdotal y dilacerado por tormentos espirituales crudelísimos que a otra naturaleza más inconstante que la suya habrían empujado a la apostasía. Pero, en medio de la noche oscura del alma, Castellani persevera con la fe obstinada del padre Abraham, aun sin saber (o solo intuyéndolo oscuramente) lo que Dios le solicita; y en la tribulación más pavorosa hallará motivos para la esperanza: una esperanza tortuosa, abrasada de un dolor casi infernal, sacudida por mil penalidades; pero esperanza invicta, al fin y al cabo, esperanza intrépida y desgarrada, al modo de aquella que incendiaba a los profetas del Antiguo Testamento.

Hasta que, década y media después, le fuera restituido el ministerio sacerdotal, Castellani pasó las de Caín; pero, denostado por los suyos, rechazado por libreros y editores, condenado a convertirse en una suerte de «ermitaño urbano», su fe no claudicó. Entendió, como San Pablo, que había que resistir hasta la sangre; y perseveró sin desmayo, aunque amigos como el comunista Leónidas Barletta lo exhortaran a abandonar la causa a la que había decidido entregarse. Aquellos años de ímprobas penitencias, purificaciones y renuncias no fueron, sin embargo, baldíos, ni en la formación



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