Princesa by Patricia Sutherland

Princesa by Patricia Sutherland

autor:Patricia Sutherland [Sutherland, Patricia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T05:00:00+00:00


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El MidWay parecía otro. Dakota había conseguido reproducir un entorno motero a base de piezas de recambio del taller de su amigo Evel y carteles con gráficos que se había bajado de internet, que gustó a los frikis de Harley que le habían alquilado el pub para la Nochevieja. Eran un grupo mixto de treinta y dos personas pertenecientes a un club nuevo, que aún no tenía sede, más una docena de «colados» de los que nunca faltaban en este tipo de celebraciones.

El bullicio era tan grande que hasta a Dakota se le estaba poniendo dolor de cabeza, y aunque no era la forma en que le habría gustado pasar una fecha tan señalada, estar sobrio detrás de una barra, no tenía ninguna gracia, estaba haciendo de caja en una sola noche, lo que en un mes. Después del puro de Hacienda por no presentar la declaración de impuestos a tiempo, no estaba en condiciones de ponerse selectivo.

«Dos pintas y un whisky» oyó que le pedían, a los gritos, desde el otro extremo de la barra.

De esa zona se encargaba su primo, y él estaba allí, pero, por lo visto, demasiado ocupado tonteando con una de las invitadas. Como su urso[13] acompañante, que echaba un pulso con otro motero un poco más allá, se percatara, iba a quedar un barman menos en la barra.

—¡Duke! —le gritó a su primo, señalándole con un gesto al motero que le había hecho un pedido—. ¡Dos pintas y un whisky! ¡Aligera, tío!

Vio que él asentía y empezaba a preparar las bebidas. Dakota puso otra tanda de vasos a lavar, y se dedicó a colocar los limpios en su sitio, listos para volver a ser utilizados. En el sector de la barra que atendía su amigo Evel, bebían como cosacos. El pobre no daba abasto a servir.

«Podría ser así todas las noches», pensó. Era un buen local ubicado en Hounslow, que ocupaba la esquina y tenía entrada por las dos calles. En sus tiempos, cuando la ciudad no estaba plagada de cadenas internacionales de bares y restauración, el MidWay había funcionado bien. Pero se había quedado desfasado; era la típica taberna inglesa que no ofrecía más que bebidas a pesar de contar con doce mesas alineadas a lo largo del contorno externo del local, y ni siquiera tenía licencia para vender cervezas internacionales. Y a juzgar por lo que le había dicho el padre de Tess después de revisar los papeles, para sacar adelante el negocio, necesitaba liquidez: pedir un crédito.

A ver quién se lo explicaba a Douglas Taylor… Dakota soltó un bufido. Extrajo el móvil del bolsillo trasero de sus pantalones pitillo y miró la pantalla. Tenía tres mensajes, pero tras revisarlos, vio que ninguno era el que esperaba. En aquel momento, sonó el teléfono del pub. Evel, que estaba más cerca, lo atendió.

—Es Abigail —dijo él, tapando el auricular—. Está ahí fuera.

Dakota frunció el ceño. Se acercó a su amigo.

—¿Fuera dónde?

Evel se limitó a señalar una de las puertas de salida del pub.

—Ni hablar.



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