Peces abisales by Rosa Ribas

autor:Rosa Ribas [Ribas, Rosa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2024-05-18T00:00:00+00:00

Sentada en el autobús, me llegan fragmentos de la conversación entre dos chicos que están detrás de mí. Seguramente tienen un examen de matemáticas, porque hablan de senos, cosenos, asíntotas y logaritmos neperianos… Alguna vez supe lo que significaban estas palabras, pero ahora son vestigios de materias que he olvidado a pesar del esfuerzo que invertí en aprenderlas.

Bajo del autobús pensando que en cuanto llegue a casa buscaré las definiciones. Me bastan unos pocos pasos para volver a la realidad y saber que no necesito esas palabras, que lo de resucitarlas, aunque solo sea para leer la definición en la red y darme cuenta de que tampoco las entiendo, ha sido una especie de reacción de cortesía. Como cuando te encuentras por casualidad con antiguos compañeros del colegio o del trabajo y te despides con un «A ver si quedamos un día de estos», pero sabes que no vais a hacerlo.

Los breves reencuentros con palabras perdidas en el fondo de la memoria se parecen a las reuniones que propició el nacimiento de Facebook, cuando mucha gente empezó a buscar, y localizar, a compañeros del colegio, antiguas amistades, incluso exparejas, a través de la red social. Por lo general, tras intercambiar mensajes y fotos, el primer encuentro en persona era también el último. Una vez agotadas las anécdotas del pasado, solo quedaban minutos interminables sin saber qué decirse. Resucitar viejas relaciones cuesta tanto esfuerzo como volver a entender los logaritmos neperianos. De los que me habría olvidado de nuevo de no haber tomado nota de mi fugaz reencuentro con ellos.

Senos, cosenos, asíntotas y logaritmos neperianos… Voy a seguir sin saber qué son, pero su sonido me ha llevado a la clase de matemáticas, a las aulas del instituto del Prat, sexto y último de mis centros educativos. Veo incluso dónde me sentaba y con quién. El orden alfabético me regaló otra amiga, Marina. No recuerdo qué es un logaritmo neperiano y, en cambio, sé que los estudiaba en un cuartito de la casa familiar que era mi «despacho». Escribo una vez más «logaritmo neperiano» y veo las estanterías con mis libros y el tocadiscos sobre una mesita, veo el calendario del lobo feroz, que no siempre tenía al día, y una placa de Petri con flores secas. Logaritmo neperiano. Igual que las palabras mágicas de los cuentos, no hay que entenderlas, basta con pronunciarlas para que pase algo. Como imagino una cara sonriente con solo ver las patas cortas del osito en una foto.

Son palabras fantasma. Guardamos muchas en nuestro interior. Aparecen tan fortuitamente como los logaritmos y las asíntotas que se me presentaron en un autobús.

Una se me coló en casa un día mientras estaba poniendo la mesa. Teníamos la tele sonando al fondo. Era un concurso al que no le prestaba apenas atención, hasta que, de repente, le preguntaron al concursante qué era la gutapercha. Me quedé quieta al lado de la mesa, con los tenedores en la mano, y respondí sin vacilar que «es un tipo de caucho originario de Malasia», como si alguien me estuviera dictando las palabras.

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