Paprika by Yasutaka Tsutsui

Paprika by Yasutaka Tsutsui

autor:Yasutaka Tsutsui [Tsutsui, Yasutaka]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1993-01-01T05:00:00+00:00


27

Atsuko recuperó la conciencia pocos segundos después. Era el tiempo que había necesitado Osanai para bajarle las bragas hasta los tobillos.

—¿No te avergüenzas de hacerle esto a una colega? —Su ira había dado paso a la decepción y al vacío—. ¿Te consideras de verdad un psicoterapeuta?

Atsuko intentó levantarse, pero Osanai, con la mano abierta, apretaba su pecho con fuerza manteniéndola tumbada. Le dolía la mandíbula y le costaba respirar por la presión con que la sujetaba su agresor; ni siquiera podía hablar. Osanai intentaba quitarse los pantalones con una mano mientras la agarraba con la otra. No dijo nada, solo siguió jadeando. Tampoco había nada que decir. No había palabras que pudieran justificar un acto como aquel; y aunque las hubiera encontrado, no habrían sido más que los tópicos de siempre, las excusas predecibles y patéticas del violador. En todo caso, estaba completamente convencido de que iba a llegar hasta el final.

Atsuko siguió con su muda resistencia tres o cuatro minutos. Entretanto, su agresor le había arrancado la parte delantera del vestido y le había golpeado de nuevo en la boca, de la que brotó un reguero de sangre.

—¿Vas a estarte quieta, joder? —Osanai, de repente, empezó a rogar con voz llorosa; quizás no le gustaba la sangre—. No quiero herirte más. ¿No ves que me gustas? ¡Te quiero! ¡Te lo pido por favor!

Sus palabras parecían sinceras. Claro que su idea del amor era la de que solo puede consumarse violando a una mujer. Su súplica era ruin como la del criminal que justifica su violencia diciendo que tuvo que golpear a su víctima porque no se dejó hacer lo que él quería.

Atsuko empezó a sentirse como una tonta. Se dio cuenta de que ese hombre quería violarla para preservar su orgullo. No le importaba hacerle daño o dejarla medio muerta. Atsuko no quería que la golpeara más, así que decidió dejarse violar. Para que el terrible trance se hiciera soportable trató de mentalizarse de que la violaba no un hombre monstruoso, sino alguien con la mentalidad de un niño. Al fin y al cabo, a ella no le disgustaban los hombres aniñados. Por lo menos, se consoló, no parecía tener enfermedades, no le olía el aliento y no estaba sucio. Es verdad que era su peor enemigo y que si ella hubiera sido un hombre habría luchado hasta la muerte. Pero era una mujer y no tenía intención de perder la vida en ese triste episodio.

—¡Está bien, está bien! —dijo dándole palmaditas en la espalda mientras él trataba de montarla—. Te dejaré que me hagas el amor. No te pongas violento. Dejaré que me lo hagas.

—¿Cómo? —Osanai pasó de la desesperación a la sorpresa y estalló al fin en una risa histérica—. ¡Por fin me has entendido!

—Sí, pero tendrás que hacérmelo bien. Me tienes que satisfacer.

—No hay problema —dijo Osanai con cierta inseguridad.

A Atsuko le entraron ganas de reír, se acababa de hacer dueña de la situación. En realidad hacía años que no hacía el amor con ningún hombre, puesto que hacerlo en sueños no contaba.



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