Ojos que no se abren by Claudio Hernandez

Ojos que no se abren by Claudio Hernandez

autor:Claudio Hernandez [Claudio Hernández]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: F
editor: SAGA Egmont
publicado: 2021-06-06T00:00:00+00:00


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Estaban las cinco mujeres, perfectamente maquilladas eso sí, manía de la mente enferma, discutiendo sobre la ausencia de las dos compañeras Ava y Madelyne, porque al fin y al cabo después de cuatro años de estar juntas en cautiverio se habían entregado en cuerpo y alma para formar una piña de amigas, que todo había que decirlo también; no había servido más que para sobrevivir con la mente un tanto fresca y no caer en la locura. Dicen los expertos que si no hablas en demasiados años puedes dejar de pronunciar bien las palabras y además estar sola en una habitación encerrada te envolvía en una densa y pegajosa nube de locura que te hacia perder incluso el espacio tiempo de las cosas.

En este caso, la cosa no era así. La mente enferma, que no había regresado todavía de la compra de todas las mañanas, las cuidaba con cierta exquisitez, como si fueran piezas de museo, pero en su mirada se veía furia, quizá también una buena dosis de celos.

Al fin y al cabo estaban secuestradas por alguna razón.

Hannah, Emily, Zoe, Kylie y Audrey estaban sentadas en una de sus camas. El colchón cedía por momentos y el coco de las manos heladas se veía atrapado entre las láminas del somier y el suelo.

—Después de tanto cautiverio, pero juntas, se me hace difícil el no estar con Ava y Madelyn también —dijo Hannah. Sus ojos estaban ahora inexpresivos e irradiaban preocupación. No es que tuviera que dar saltos de alegría desde que la secuestraron, pero había sido tratada muy bien, como las demás, pero eso no quitaba que de su rostro no figurase ninguna sonrisa desde hacía cuatro años. Hannah era alta, delgada y de cabello rubio, casi tan largo que llegaba a la raja del culo. En esos momentos tenía puesto un camisón blanco por el que se le trasparentaban los pechos. Todas lo tenían puesto.

—Es tan difícil de comprender esta situación —pensó en voz alta Emily mientras sus dedos se enredaban en su cabello moreno, rizado y ondulado, todo a la vez—. Todavía no he comprendido por qué nos retiene aquí. Reconozco que aunque ahora no sienta el mismo miedo y terror que sentí el primer día, el cual creía que me iban a matar, no llego a separarme del miedo sutil y de la incertidumbre.

Zoe la miró de reojo, estaba casi de espaldas a ella. Era más menuda, pero solo un poco. La mente enferma había elegido a casi todas las mujeres con características similares. Una de ellas tenía que ser igual que todas; dificil definición, pero eran palabras textuales de la mente enferma..

—Ahora lo que me preocupa es dónde estarán Ava y Madelyne —rezongó Zoe. Tenía la cara llena de pecas que estaban perfectamente camufladas bajo el maquillaje que la mente enferma le había puesto. Su cabello era pelirrojo y sus labios de un rojo chillón—. Nunca nos había separado el ser este —arrugó sus labios con cara de asco y había sentido la debilidad de



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