Ojo de Nube by Ricardo Gómez

Ojo de Nube by Ricardo Gómez

autor:Ricardo Gómez [Gómez, Ricardo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2006-01-01T00:00:00+00:00


Cabello Largo y dos cazadores se quedaron observando los cuerpos, mientras Arco Certero y otros dos siguieron de largo, persiguiendo las huellas de los hombres-animal.

El hombre-medicina se arrodilló ante un bisonte. Estaba claro que sufrió mucho antes de morir, por la expresión de su boca y de sus ojos. Incluso lo habían degollado después de muerto, a juzgar por el escaso charco de sangre que había junto a su cuello.

Cabello Largo no encontró huellas de lanzas ni de flechas en los cuerpos de los animales. Al comienzo pensó que la magia del trueno les había asustado.

Pero cuando uno de los cazadores le dijo que el ruido mataba a unos animales sí y a otros no, y que los primeros caían al suelo como si les hubieran clavado un cuchillo, buscó más atentamente en sus cuerpos. Al descubrir una perforación junto al ojo en un bisonte, dijo a uno de los cazadores:

—Este agujero no puede haberlo hecho un buitre…

—Es de una flecha poderosa, pues ha atravesado el hueso.

—Y luego la arrancaron…

Encontraron otros agujeros en el cuerpo de los bisontes, más visibles en las zonas que no habían sido despellejadas. Y todos parecían hechos por flechas que se clavaban profundamente.

A Cabello Largo le agradó pensar que no había magia.

Aunque eso no explicaba cómo habían disparado las flechas, ni por qué las habían arrancado todas, ni por qué no habían encontrado restos de asta de ninguna de ellas.

El hombre-medicina y los suyos volvieron al poblado.

Entretanto, la partida de exploradores que había salido con Arco Certero seguía unas huellas extrañas, que jamás habían observado. Tenían la forma de un arco muy cerrado y en su interior se veían raras marcas, como de soles o estrellas.

Habituados a seguir rastros, los crow comentaban unos con otros sus descubrimientos:

—Sus pezuñas son muy duras: aquí han roto esta piedra, mira.

—Y son muy pesados: aquí la huella es muy profunda.

—Esas deben ser sus bostas: son comedores de hierba.

Pero fue al llegar junto a un grupo de árboles cuando hicieron el descubrimiento más importante:

—Aquí se detuvieron a descansar. ¡Y hay pisadas humanas, de mocasines muy resistentes!

—Estos hombres solo saben andar con los talones; no me extraña que anden subidos a un animal. Observa esa pisada.

Eso decía Cuervo Blanco, al ver un tacón fuertemente marcado en el suelo.

—A Trueno de Fuego le gustará saber que no son hombres-animal, sino hombres montados a lomos de animales.

Eso decía Arco Certero, pensando que si eran hombres, y no monstruos, llegarían a un acuerdo sobre los territorios de caza y encontrarían una explicación sobre la matanza de bisontes.

Caía la tarde cuando Conejo Loco silbó a sus compañeros para que se detuvieran. Hizo un gesto señalando una dirección.

De nuevo se oían los truenos que habían escuchado los días anteriores, esta vez más numerosos y frecuentes.

Corrieron agachándose de cuando en cuando entre los arbustos. No conocían ese territorio y desconocían si habría oteadores en las lomas próximas. Caminaban hacia el suroeste y el sol y la carrera les hacían sudar. De repente, los truenos se espaciaron y, al poco, dejaron de escucharse.



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