Ocho lugares que me recuerdan a ti by Alberto Villarreal

Ocho lugares que me recuerdan a ti by Alberto Villarreal

autor:Alberto Villarreal [VILLARREAL, ALBERTO]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Planeta México
publicado: 2019-06-18T21:55:00+00:00


Una ciudad

llamada Madrid

Escuchamos el anuncio de abordaje del vuelo directo a Madrid desde la Ciudad de México.

—Aquí vamos —dijo Édgar, agarró sus cosas y se levantó de su asiento en la sala de espera. Por alguna razón era el más interesado en iniciar la aventura. Seguro solo estaba tratando de huir de su realidad.

—¿Estás nervioso? —me preguntó Sam con una sonrisa mientras se acomodaba los audífonos debajo del cabello.

Vaya que lo estaba, no puedo negarlo. Pero más que nervioso me sentía emocionado. Ya teníamos todo listo. Rubén nos estaría esperando en el aeropuerto para llevarnos a su departamento. Como solo hay dos recámaras, nos organizamos de tal manera que Samanta se quedara en la habitación principal y los demás compartiéramos el cuarto de visitas. Calculamos una estancia de quince días. Mi plan era encontrar a Valentina al día siguiente de mi llegada y pasar los otros catorce disfrutando de la ciudad en su compañía. Siempre me adelanto a los hechos, debería tener paciencia, pero, por más que lo intento, no lo logro. He decidido que la paciencia es para los lentos, los aburridos, los que no sueñan.

Nos esperaban nueve horas de vuelo y estaba dispuesto a que se pasaran lo más rápido posible, así que me tomé una pastilla para dormir y me acurruqué en la orilla del asiento, que daba a la ventana. Literalmente solo desperté para cenar lo que nos sirvieron y para ir al baño en dos ocasiones. Antes de lo que imaginé, el avión estaba aterrizando en tierras madrileñas. Qué bonito era todo, no era diferente a aterrizar en el aeropuerto de mi ciudad, pero la magia estaba en que yo sabía que esa no era mi ciudad.

Ver a Rubén esperando en el aeropuerto fue como encontrarse con algún familiar que no has visto en mucho tiempo. Tardas en reconocer su rostro y tratas de encontrarle similitud a lo que estabas acostumbrado. Lo único que pude ver diferente en Rubén es que cargaba con algunos kilos de más. No sé qué le darán de comer aquí en España, pero lo culpo a ello.

—¡Rubén! —dije y dejé caer la maleta.

—¡Santiago! —dijo él y se acercó para recibirme con un abrazo—. ¡Qué alegría me da verte por acá!

—Ya conoces a Samanta y a Édgar —dije, señalando a mis compañeros de viaje.

—Sí, claro, los recuerdo. Aunque no recuerdo que fueras tan guapa, Samanta —Rubén no pudo disimular una sonrisa. También noté cómo Samanta se puso un poco incómoda al ver la mueca de Rubén. Con todo y todo, Sam le regresó el saludo—. ¡Les doy la más cordial bienvenida a Madrid! —dijo, emocionado.

—Creo que a tu amigo le hacen falta amigos —me dijo Édgar al oído. Le rebatí el comentario con un codazo en las costillas.

—¿Tenéis hambre o queréis ir directo al apartamento? —dijo sin bajarle al tono alterado—. Hay un lugar delicioso aquí cerca para comer tapas.

Édgar lo interrumpió.

—Si no te molesta, Rubén, preferiría ir directo al departamento, tengo un sueño que no me lo quita ni Morfeo. No pude dormir en todo el vuelo.



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