Nuevas Historias de Vampiros 01 - Pandora by Anne Rice

Nuevas Historias de Vampiros 01 - Pandora by Anne Rice

autor:Anne Rice
La lengua: spa
Format: mobi
Tags: Sobrenatural, Fantasia Oscura
editor: Zeta
publicado: 1998-02-01T16:54:13+00:00


7

Marius se detuvo a pocos pasos de mí, sin tocarme.

—Hazlo, por favor —dije.

Me acerqué para que me besara, pero él se apartó. Había unas lámparas distribuidas por la habitación. Prefirió mantenerse en la sombra.

—Marius, por supuesto, ¡Marius! No pareces un día más viejo que cuando te vi en mi infancia. Tu rostro está radiante, y tus ojos... qué hermosos son tus ojos.

Si pudiera cantaría tus alabanzas al son de una lira.

Flavius se había retirado discretamente, llevándose a las atribuladas jóvenes, sin hacer el menor ruido.

—Pandora —dijo Marius—. Me gustaría estrecharte entre mis brazos, pero hay unos motivos que me lo impiden, y no debes tocarme, no porque no lo esté deseando, sino porque no soy lo que tú crees. Tú no ves la evidencia de tu juventud en mí; es algo tan ajeno a las promesas de la juventud que sólo ahora he empezado a comprender sus tormentos.

De pronto apartó la vista. Levantó la mano para imponerme silencio y paciencia.

—Esa cosa que anda por las calles —dije—. Ese vampiro con la piel abrasada...

—No pienses ahora en tus sueños —respondió Marius, volviéndose de nuevo hacia mí—. Piensa en tu juventud. Yo te amaba cuando eras una niña de diez años. Cuando cumpliste los quince, rogué a tu padre que me concediera tu mano. —¿De veras? No me lo dijo.

Marius volvió a apartar la vista. Luego meneó la cabeza.

—Ése se ha quemado —dije.

—Me lo temía —repuso Marius, maldiciéndose—. Te siguió desde el templo. ¡Oh, Marius, qué imbécil eres! Le has hecho el juego. Pero no es tan listo como cree. —¿Fuiste tú quien me envió los sueños? —¡Jamás! Haría cuanto estuviera en mi poder para protegerte de mí mismo. —¿Y de las antiguas leyendas?

—No te pases de lista, Pandora. Sé que tu enorme astucia te sirvió para librarte del apuro hace un rato, cuando discutías con tu abominable hermano Lucius y el legado. Pero no pienses mucho en... los sueños. Los sueños no son nada, y pasan. —¿Entonces los sueños provenían de él, de ese grotesco asesino, ese ser quemado? —¡No lo sé! —contestó Marius—. Pero no pienses en las imágenes. No le alimentes ahora con tu mente.

—Es capaz de adivinar los pensamientos de la gente —dije—, como tú.

—Sí, pero puedes enmascarar tus pensamientos. Es un truco mental. Puedes aprender a hacerlo. Puedes aprender a encerrar tu alma en una cajita de metal en tu cabeza.

Comprendí que Marius sufría mucho. Emanaba de él una inmensa tristeza. —¡No debemos permitir que esto suceda! —insistió. —¿A qué te refieres, Marius? ¿Quizás a la voz de la mujer, que tú...?

—No, calla. —¡No me callaré! Quiero llegar al fondo de este asunto. —¡Debes seguir mis instrucciones! —Marius avanzó hacia mí y extendió los brazos para tocarme, para abrazarme, como habría hecho mi padre, pero no lo hizo.

—No, tú eres quien debe explicarme esto —repliqué.

Me impresionó la blancura de su rostro, su absoluta e inmaculada perfección. Y de nuevo la luminosidad de sus ojos, que parecía inverosímil, inhumana.

Entonces reparé en su larga y magnífica cabellera. Marius guardaba un gran parecido con los celtas, sus antepasados.



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